Los lectores de cierta edad (por ejemplo todos los que ya le hayan dado «la vuelta al jamón») recordarán sin duda a Trampas, uno de los protagonistas de «El Virginiano», aquel guaperas que se enredaba en mil y una pendencias y trifulcas que nunca solían pasarle factura pero que servían para dinamizar los guiones de una serie que se convirtió en un fenómeno audiovisual en la España de finales de los sesenta y principios de los setenta. Ocho temporadas estuvo Trampas -un tipo con más suerte que ética- haciendo eso, trampas, sin que aquello pasara nunca a mayores.
Aproximadamente el mismo tiempo lleva Pedro Sánchez metido en engaños de diverso tipo y calado, pues es justo reconocer al líder socialista que se esmera en diversificar sus fullerías, que imaginación no le falta para el trile. Lo hallamos, por ejemplo, plagiando una parte sustantiva de una tesis doctoral para engordar su currículum de méritos académicos, o copiando parte del contenido de un libro basado en la tesis fusilada, como él mismo ha reconocido. Un despiste tonto... En Alemania, por ejemplo, estaría en su casa, pero bien es sabido que España es diferente. Ya instalado en La Moncloa, también ha sido cogido haciendo trampas en la norma que prohíbe a los presidentes del Gobierno actividades mercantiles, en su caso a cuenta del libro que le escribió una secretaria de Estado, «Manual de resistencia», por el que recibió 16.666 euros de un grupo editorial. Todas esas trampas están documentadas y pese a ello, ahí sigue como si no hubiera roto un plato en su vida cuando en realidad tiene la vajilla hecha añicos.
Siendo grave esta colección de amaños de la realidad y agresión a la ética y a la ley, orientados todos a mejorar su reputación desde la mentira, peor es el ímprobo trabajo y mala vida que le está dando a la Junta Electoral Central (JEC) su acción de gobierno. En el mes de octubre el Ejecutivo en funciones acumula varios expedientes por vulnerar la legislación en materia electoral y convertir la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros en un mitin del PSOE. La primera en ser advertida fue la ministra de Hacienda, María Jesús Montero -aquella que dijo «eso es poca cosa, Chiqui»- porque apenas le faltó salir tarareando la sintonía del PSOE en una rueda de prensa en La Moncloa en la que puso de vuelta y media al PP. También apercibió después a la vicepresidenta Calvo por varios conciertos de fanfarria prosocialista en Cuelgamuros. Tal era la reiteración en confundir Moncloa con Ferraz, que la JEC se vio obligada a hacer un llamamiento a «todos los miembros del Gobierno en funciones» para que se abstuviesen de «vulnerar el principio de neutralidad». A todos. Pero las trampas, sin embargo, pasaron a mayores. Y en sucesivas resoluciones la justicia abría expediente sancionador a la portavoz, Isabel Celaá, «por vulnerar la prohibición de realizar campaña de logros que dimana del art. 50.2 de la Loreg». El sainete lo completaría el propio Sánchez al convertirse en el primer, y por tanto, único presidente del Gobierno al que la Junta Electoral expedienta por la entrevista concedida en La Moncloa a una emisora televisiva perteneciente por cierto al grupo editorial que le publicó el libro que le escribieron y con el que también inclumplió la ley.
No hay comentarios:
Publicar un comentario