'Que guapa estás cuando te quieres', escribe Redry. Pues muy bien. Ya pueden contratarlo en un chino para hacer galletas de la suerte»
Para ser poeta hay que tener un oficio de otra cosa, una cátedra o tener una pollería en el Madrid de la posguerra como Manolito «el pollero», porque de la poesía no se vive. Conviene tener un abrigo raído, como Baudelaire, que abrigue de la intemperie intelectual y a ser posible talento. Para escribir poemas lo primero que convendría es haber leído, aunque sea las instrucciones del coche. Y sobre todo usar con más pudor la palabra poeta.
La poesía ha pasado, con las redes sociales, de ser un arma cargada de futuro a ser un arma arrojadiza que se clava en la pupila. Azul. «¡Eso es una cursilada!», me dijo un poetastro el día que en un bar improvisaron un «micro abierto» sin avisar, ni señalizar la salida de emergencia. Aquel día me quedó claro que los «micros abiertos» de «poesía» son la solución que han encontrado los «millennials» para no tener que elegir entre pagar Netflix o el psicólogo. Van allí y recitan sus penas haciendo cortas las líneas y las ideas. Luis Rosales decía que el camino de la vida del poeta es ir de la brillantez a la sencillez. No dijo nada de la simpleza. Son estos los poetas que yo digo, los que «escriben las cosas obvias, las cosas que se repiten eternamente, sólo porque cada año nacen nuevos ignorantes que las desconocen».
Después de la poesía social estos se creyeron revolucionarios juntando letras para todos los públicos. Poetas de lo políticamente correcto: «Que guapa estás cuando te quieres», escribe Redry. Pues muy bien. Ya pueden contratarlo en un chino para hacer galletas de la suerte. Facilidad, mala novia; por decirlo a la manera de Juan Ramón. Mis desahogos líricos los doy a la chimenea que es el mejor editor que conozco. Acumulo hojas en verano y las prendo en invierno.
Ahora que han publicado en trozos de servilleta se llaman a sí mismos «poetas» en Instagram y justo después les cae un premio importante de esos que te dan en función de la cantidad de los «followers», que luego encima resultan ser lectores. Estos nuevos cantores son «influencers» con frases que sueñan con ser poemas y se quedan en citas de autoayuda para el opositor. «Ojalá mañana / amaneciese contigo». ¡Bravísimo! Es entonces cuando alguien en Twitter le echa valor y ocurre la genialidad. Ayer subieron un papelín que reza: «Me importa / una mierda». Amén.....Guillermo Garabito
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