Emboscadas entre el humo de las barricadas de los chalecos amarillos parisinos y los paraguas negros hongkoneses para que parezca que son lo mismo, las revueltas de la izquierda en Iberoamérica siguen un patrón propio: derribar un gobierno conservador. La cosa puede empezar con una subida en el billete de Metro y termina exigiendo la dimisión del presidente que ganó en las urnas. Todo perfectamente organizado. Las sospechas de que es la misma mano la que agita el avispero, la del chavismo, tienen ahora datos concretos que convierten la hipótesis en realidad y que les alejan de las socorridas analogías europeas o asiáticas para embadurnar de betún global lo que ocurre en las calles de Santiago o Bogotá. Pero no, hay denominación de origen en las revueltas americanas.
Según denuncia la oposición al chavismo, el Fuerte Tiuna de Caracas acogió una «cumbre» de líderes de grupos paramilitares y políticos en la que el régimen de Maduro trataba de coordinar planes para la desestabilización promoviendo una «guerra política» por parte de una serie de movimientos de izquierda, en un contexto de protestas generalizadas en países democráticos como Chile y Colombia. Así no se habla de Maduro, conocido como «el usurpador» como alias más benigno de los que se ha ganado a pulso. En el elenco de la reunión, lo mejor de cada casa: el venezolano Valentín Santana, cabecilla del Colectivo La Piedrita, grupo de hampones chavistas con asesinatos a sus espaldas; el chileno Héctor Llaitul, líder de la Coordinadora Arauco-Malleco, mapuches con «brazo armado»; y el colombiano Hernán Darío Velásquez, alias «El Paisa Montero», jefe del grupo disidente de las FARC, condenado a 40 años de prisión por el atentado terrorista contra el Club El Nogal en Bogotá. Y como anfitrión de tan simpática reunión, Diosdado Cabello, que no puede salir de Venezuela (a no ser que vaya a Cuba) porque la Interpol lo apresaría como presunto capo del cártel de los Soles, narcochavismo pata negra. El objetivo real no es mejorar las condiciones sociales en Chile o Colombia, cosa que a Maduro le da igual, sobre todo porque no está él como para dar lecciones después de haber destruido su país y condenado a la miseria a su pueblo. Van a por Piñera y a por Duque. Y luego a por el siguiente y así hasta que se imponga la secta.
Ayer, en la Asamblea de Venezuela (la de verdad, la elegida por el pueblo, no el adefesio legislativo que se inventó Maduro tras perder las elecciones) el senador del PP Javier Maroto habló de libertad y democracia. Y claro, los chavista se convirtieron en vociferante jauría en defensa del habitante del Fuerte Tiuna, el sátrapa que decidió reunir a los peones encapuchados que, obedientes, están quemando las calles de Iberoamérica.....Álvaro Martínez
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