A buen seguro que había mejores momentos en lo que parece una decisión tomada todo a la ligera que corresponde a este Gobierno
El Gobierno en funciones, o lo que sea que habita en las arborescentes redes de la Administración de España, ha decidido que los Reyes visiten Cuba un día después de las elecciones generales. Es la primera vez que un Rey español visitará la Perla de su Corona de forma oficial. Sabido es que Juan Carlos estuvo con motivo de una Cumbre Iberoamericana, y que eso era tan oficial como pueda ser esta visita, pero todos sabemos que no es lo mismo. Aquella visita fue célebre por varias cosas. El Régimen cubano cerró La Habana Vieja a cal y canto para que los Monarcas españoles dieran un paseo en compañía del presidente Aznar. Fidel siempre dijo que si el Rey español visitaba La Habana él haría todo lo posible por sentarle en el Trono del Salón que se conserva en la Casa del Gobernador o Palacio de los Capitanes Generales. Ese día no lo hizo.
El paseo de los Reyes fue célebre por el vacío absoluto de una zona bulliciosa de la ciudad y por el calor reinante, que hizo que Aznar se desprendiese de la chaqueta y se quedase en mangas de camisa. Juan Carlos vino a decirle que él no se la podía quitar porque llevaba tirantes y que al día siguiente le darían de lo lindo en muchos medios, cosa que ocurrió, pero al presidente le importó lo mismo ocho que ochenta. En aquel viaje, una conversación de Matutes, jefe de Exteriores, con Roberto Robaina, su homólogo cubano y una de las esperanzas aperturistas del Régimen, costó el cese inmediato del que hoy es un exitoso pintor: al parecer, a la discreta sugerencia de Matutes de lo que confiaban en él en el exterior como esperanza futura del inmóvil e inoperante sistema cubano, Robaina no contestó en contra con la suficiente energía: al estar todos los teléfonos pinchados, todo se supo y a Robaina le pusieron «el pijama», que significa quitarle de en medio y dejarle aburrido en su casa sin nada que hacer. Fue expulsado del Partido en el que dirigió por muchos años y con éxito a la Juventud Comunista. Le conozco, por cierto, y es un excelente individuo, de esos que una nueva Cuba necesitaría para establecer el camino a alguna parte.
El Rey Juan Carlos había manifestado en muchas ocasiones su deseo de visitar la isla en la que a los españoles se nos sigue queriendo, la última perla de una Corona que se disolvió en un abrir y cerrar de ojos, pero los gobiernos siempre decían aquello de que no tocaba, una vez por una cosa, otra vez por otra. Ahora, con motivo de los 500 años de la fundación de San Cristóbal de La Habana, el Gobierno Sánchez ha decidido que viaje Felipe VI a girar visita a la plaza que cayera con motivo de la provocada guerra con EE.UU. en los estertores del siglo XIX.
Nada tiene que objetar, en principio, visitar un lugar al que tantos lazos sentimentales le unen a España, por mucha dictadura insufrible que sea, pero no parece saludable que lo hagan el día después de unas elecciones generales que suponen un desafío trascendental a la línea de flotación de la misma España, con la abierta rebelión en las calles de Cataluña, el inevitable debate electoral acerca de la Monarquía y la innecesaria exposición del Rey a las malas compañías que rondan un Régimen inútil, absurdo, anquilosado, viejuno, inoperante, manipulador, imperialistoide y manifiestamente inhumano.
No se discute que los Reyes, si visitaron la Argentina de Videla o la China del post-maoísmo, visiten la Cuba permanentemente en contracción de derechos y progreso que macera tras Fidel y Raúl, pero a buen seguro que había mejores momentos en lo que a todas luces parece una decisión tomada todo a la ligera que corresponde a este Gobierno.....Carlos Herrera
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