La ministra Delgado le ha cogido el guión a las ultrafeministas de Femen; ella que venía de descubrir «maricones» y «nenazas» en la Audiencia
Quien guarda, halla... Puede que a la ministra de Justicia le marcaran ya para siempre aquellas reuniones de la «peña Rianxo» donde ella, «Lola», lo pasaba de miedo con «Pepe» (el comisario Villarejo), «Balta» (el juez Garzón) y «el Gordo» (el también comisario García Castaño). Qué francachelas aquellas, qué risotadas entre el tintineo de los hielos del combinado tras la tremenda mariscada y con la lengua suelta, que si fulano es «maricón», que si zutano es «una nenaza», que si a mí no me gustan los tribunales «de tías». El lenguaje y los temas de conversación de aquellas reuniones no se apartaban mucho de lo que se puede escuchar en cualquier taberna de muelle del sudeste asiático un viernes de paga, con la barra llena de esqueletos de tercios de cerveza. Cómo lo pasaban en la «peña Rianxo», donde además de despellejar a los ausentes, igual, cuando se terciaba, puede que se intercambiaran algún favorcillo «muy profesional», como decía Manquiña en la película «Airbag».
Pasados los años, una década después, la peña parece hoy definitivamente disuelta. «Pepe», el que era comisario, está en la cárcel preventivamente por un montón de supuestos delitos y «Balta» ya no es juez porque le cogieron prevaricando y el Tribunal Supremo lo expulsó de la carrera. Solo ella, «Lola», ha subido como la espuma desde entonces gracias a la inestimable ayuda del doctor Sánchez, que la llevó al «Gobierno bonito», donde no ha hecho nada en Justicia. Bueno sí que ha hecho, jueces y fiscales le han montado un par de huelgas y ella misma se dedicó a dinamitar la renovación del CGPJ que le había dejado a punto de caramelo Margarita Robles. No fue la única en liquidar la renovación, la guinda la puso el popular Cosidó, que puede que se lleve de calle el premio al «whatsapp del año». Lo que no ha cambiado Delgado es el lenguaje, si bien lo que antes era utilizado en un registro machistorrón y tabernario, con apelaciones a los «maricones», las «nenazas» o las «tías», ahora toma la linde del feminismo ultra, que ya tenemos a la ministra hablando casi como lo hacen las Femen. Ya saben, las Femen son esas activistas que, pechuga al aire, montan números para protestar contra la «falocracia» que, a su juicio, domina lo que han dado en llamar el «régimen heteropatriarcado», la última y más redonda sandez contra el sistema con la que se sigue entreteniendo parte de la izquierda. Delgado denunció en la radio el otro día «las exageraciones de la derecha trifálica» y el «exceso de testosterona» de la foto de Colón.
Teme este batallón que ese registro lingüístico, ese nivelazo, va a dominar la campaña del sanchismo de aquí hasta las urnas el 28 de abril. La teoría del «trifalismo» del centro-derecha con la que se quiere agavillar a Casado, Rivera y Abascal es bastante ordinaria y tiene pinta de convertirse en un patrón de la estrategia socialista a competir con sacar a Franco de Cuelgamuros. Poco parece para tapar el temor general a las andanzas de la triada -al parecer más flojita en testosterona- que forman Sánchez, Iglesias y Torra, con el PNV y los proetarras tirando también del carro para el triunfo de España....Álvaro Martínez
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