El populismo no solo es un movimiento que degrada la convivencia
política y deslegitima las instituciones democráticas.
También tiene efectos corrosivos para la economía de
un país. Ya advirtió el Banco de España de que la subida
del salario mínimo un 22,3%, hasta alcanzar los 900 euros,
una de las medidas que Pedro Sánchez pactó con Pablo Iglesias
para ganarse su apoyo a los Presupuestos, tendría un impacto
negativo en la creación de empleo. Y las cifras hechas públicas
ayer por el Ministerio de Trabajo así lo confirman.
Solo el pasado día 2, primer día hábil de enero, se registró el
mayor número de bajas en la Seguridad Social de toda
nuestra historia:
606.000, dejando una pérdida de empleo total de 125.000 puestos de
trabajo, frente a los 59.000 destruidos el año pasado.
Estos datos
confirman, por un lado, que la desaceleración
de la economía española
-como la de los grandes países europeos- es un hecho insoslayable.
Pero lo más alarmante es que el índice global de todo el mes, el peor
desde 2014, es producto de decisiones políticas que han ignorado las
advertencias más solventes y han servido
solo a los intereses de Sánchez,
no al de los españoles, en especial a los de aquellos con
empleos menos cualificados y salarios más bajos.
La lección resulta evidente. Si España ha logrado dejar atrás
la crisis, en parte gracias a las reformas hechas en la pasada
legislatura, es cuanto menos imprudente revertir aquellas
medidas e iniciar un camino de contrarreformas de corte populista
encaminadas a incrementar los costes laborales y fiscales
(especialmente los que pagan las empresas)
y a desmantelar la reforma laboral.
https://www.elmundo.es/ MRF
política y deslegitima las instituciones democráticas.
También tiene efectos corrosivos para la economía de
un país. Ya advirtió el Banco de España de que la subida
del salario mínimo un 22,3%, hasta alcanzar los 900 euros,
una de las medidas que Pedro Sánchez pactó con Pablo Iglesias
para ganarse su apoyo a los Presupuestos, tendría un impacto
negativo en la creación de empleo. Y las cifras hechas públicas
ayer por el Ministerio de Trabajo así lo confirman.
Solo el pasado día 2, primer día hábil de enero, se registró el
mayor número de bajas en la Seguridad Social de toda
nuestra historia:
606.000, dejando una pérdida de empleo total de 125.000 puestos de
trabajo, frente a los 59.000 destruidos el año pasado.
Estos datos
confirman, por un lado, que la desaceleración
de la economía española
-como la de los grandes países europeos- es un hecho insoslayable.
Pero lo más alarmante es que el índice global de todo el mes, el peor
desde 2014, es producto de decisiones políticas que han ignorado las
advertencias más solventes y han servido
solo a los intereses de Sánchez,
no al de los españoles, en especial a los de aquellos con
empleos menos cualificados y salarios más bajos.
La lección resulta evidente. Si España ha logrado dejar atrás
la crisis, en parte gracias a las reformas hechas en la pasada
legislatura, es cuanto menos imprudente revertir aquellas
medidas e iniciar un camino de contrarreformas de corte populista
encaminadas a incrementar los costes laborales y fiscales
(especialmente los que pagan las empresas)
y a desmantelar la reforma laboral.
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