El independentismo ha logrado doctorarse en vacilarle a España. Nadie en el mundo civilizado consigue hacerle tan soberbias pedorretas a un Estado.
Tal como en Tom y Jerry el gato tiene la misión, propia de su condición, de cazar ratas, la mismísima razón de ser de España es mantener su integridad, su unidad de destino en lo universal. El ratón Jerry, como el independentismo, no tiene en cambio ningún propósito concreto y sólo busca burlarse del gato, porque ni Esquerra, ni Convergència ni siquiera la CUP se han tomado nunca en serio la independencia y simplemente se divierten colándole urnas al Gobierno, y banderas, y grotescos viajes al extranjero.
Éste es el espíritu del viaje de Puigdemont a Dinamarca. Para darle épica, sus abogados dijeron que veían su detención «muy probable» cuando todo el mundo sabía que era no más que una burda provocación para enredar al Gobierno y poder votar sin regresar a España, reclamando el voto telemático como si fuera Junqueras, que está en la cárcel porque en lugar de huir como la rata -Jerry- se quedó en Cataluña para dar la cara.
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