El periodista reflexiona acerca de la decisión humana de acabar con la propia vida y sobre las claves del mensaje de voz que el exbanquero dejó en su teléfono antes de acabar con su vida.
Muchos han sido los interrogantes que se han planteado después de la muerte de Miguel Blesa y no pocas las reflexiones y análisis que se han elaborado. ha querido ir un poco más allá en su columna de opinión de ABC haciendo referencia a un mensaje que Blesa
le dejó en su buzón de voz mucho tiempo antes de morir: "Sé que un día
me dejó un mensaje de voz en el buzón de mi teléfono, ese que nunca
consulto ni abro, y que en él me proponía una cita con el fin de
aclararme algunos asuntos de los que se venía hablando. Aún no había
ingresado en prisión. Al haber pasado algunos meses desde que lo
hallara, entendí que ya estaba desfasado y no hice por responderle: ya
estaba bajo custodia judicial y los contactos no servían. Durante mucho
tiempo me pregunté si ese mensaje -que me consta había enviado a algunos
colegas más- encerraba alguna clave privilegiada que me pudiera enseñar
el discurrir de sus asuntos. Inútil pregunta: lo que podría haberme
contado a mí, a buen seguro, se lo contó al juez".
Carlos Herrera reflexiona
sobre la decisión humana de acabar con la propia vida: "¿Cuándo y cómo
se toma esa decisión? ¿De qué manera se planifica? Blesa
estaba desayunando y se levantó de la mesa con la excusa de ir a mover
su coche. ¿Por qué en ese instante y no al final del día, después de una
jornada de caza? Ignoro si fue tomando el café cuando Blesa decidió que ese era el momento e ignoro si fue caminado hacia su patíbulo sabiendo que eran los últimos momentos de su vida. Blesa
se sintió, tal vez, incapaz de enfrentarse a su complicado futuro penal
y quiso librar a los suyos y a él mismo de ese calvario previsto. O tal
vez se sintió incapaz de seguir viviendo encerrado y proscrito, no lo
sé. Tras la detonación del disparo en su pecho ha brotado la
consiguiente refriega de quienes ven llegado su momento de gloria para
mostrar su perfil más negro, característico de esa España corroída en la
que cualquier imbécil puede llegar a alcalde o a concejal, o en la que
siempre hay lugar para elucubrar simplezas anónimas en cualquier
tribuna. Eso a Blesa ya no le importa. Su
responsabilidad penal se extingue ya que ningún Estado puede encarcelar a
un cadáver. La responsabilidad civil será cuestión, si procede, de sus
herederos y ellos sabrán lo que les conviene hacer. Hoy sólo sé que
lamento muy mucho no haberme apercibido a tiempo de aquella llamada".
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MRF
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