Leo Harlem charla tranquilamente con Chicote a las puertas del Teatro Real. «Tom Jones lleva más años cantando que la Coca-Cola en el cubata. Y no le ha ido mal, ya tiene el piso pagado. Es un titán, un coloso», comenta el humorista. El cocinero, que lleva escuchando sus discos desde niño, pero nunca le había visto en directo, ríe. Elena, de 38 años, porta un cartel pidiendo alguna invitación de sobra: «No tengo trabajo y me encanta su música, así que vengo a ver si me alegra el día», confiesa. Por allí se cruza el actor Carlos Areces, con un traje impecable color hueso estilo Tom Jones, de solapas anchas, y unas gafas de sol tipo Bono –el de U2, claro–, mientras un seguidor de más de 60 comenta: «A pesar de sus 77 años, lo veo bien. Lo importante es que tiene voz, sensibilidad, ímpetu, entrega y sigue transmitiendo».
Y es cierto, como pudimos comprobar ayer en las casi dos horas de un concierto que acabó con todo el auditorio bailando de pie frente al escenario, como si de una sala de fiestas se tratara, y no del templo madrileño de la ópera. «El edificio más bonito en el que he tocado nunca», aseguró el protagonista. ¿Quién dijo decoro?
A las 21.30 se apagaron las luces y apareció la banda tocando esos dos acordes sencillos de «Burning Hell», el tema de John Lee Hooker, con una pantalla enorme detrás proyectando imágenes de llamas y chispas. La gente dio sus primeras palmas siguiendo el ritmo y apareció Tom Jones andando con dificultad, haciendo un intento de trote vigoroso —recordemos sus 77 castañas—, hasta que llegó al micrófono y le soltó las bridas a la garganta. «Cuando muera, ¿dónde iré?», cantó, provocando la primera ovación. Ahora tiene 22 años. Menudo vozarrón.
La cita no ha hecho más que empezar. «Va a ser una velada maravillosa», advierte el «Tigre de Gales». Y tras «God’s Gonna Cut You Down», «Mama Told Me Not To Come» y «Didn’t It Rain», ya podemos ver a las primeras parejas bailando en los pasillos de los anfiteatros, desde donde al bueno de Tom no se le ven las arrugas. Como si no llevara medio siglo sobre los escenarios, más de cien millones de discos vendidos, duetos inolvidables junto a estrellas como Stevie Wonder o no hubiera recibido el título de Caballero del Imperio Británico de manos de la Reina Isabel II.
Se encendieron las luces del Real y se desató la histeria con «Sex Bomb». Tom Jones es el único capaz de cantarle a Dios y al sexo en un mismo concierto sin que nadie se queje. «Puedes tomar mis labios, querida», entonó entre los gritos de un grupo de seguidoras que bailaban, de pie, ondeando una bandera galesa. Tan arriba estaba, que entre canción y canción —entre ovación y ovación—, se abría de brazos mostrándose al público como predicador en su iglesia y gritaba: «¿Oh, yeah? ¿Oh, yeah? ¿Oh, yeah?». Y el público repetía, cual ejército en formación. Lo hiciera una, dos o cinco veces. Era el rey.
Tuvo después que bajar la temperatura con la preciosa «Delilah», coreada por todo el público en uno de los momentos más bonitos de la noche; con un homenaje a Leonard Cohen en la versión, increíble, de «Tower Of Song»; con «What’s New Pussycat», acompañado de un acordeón casi mexicano; «It’s Not Unusual», el tema que le encumbró al éxito internacional en 1965, y la sensual «You Can Leave Your Hat On», de Joe Cocker .
Dejó para los bises «Kiss», tras dedicarle unas palabras al «genio» de Prince, autor de la canción, y «Strange Things Happen Everyday». No quedaba nadie de pie en el final de una fiesta que muchos calificaron de «inolvidable» camino de la puerta.
Elena no estaba allí. No consiguió ninguna invitación.
http://www.abc.es/
MRF
No hay comentarios:
Publicar un comentario