No Al Olvido

sábado, 22 de abril de 2017

Bierzo.Ponferrada..«Esto es el infierno, no vimos nada igual»..El fuego se aproxima a la cueva de San Genadio y las vistas desde Peñalba de Santiago son desoladoras Cruzar en coche el valle del Oza y subir a Montes de Valdueza es adentrarse en un paisaje muerto. Los vecinos no dan crédito...Cuerpos de seguridad y salud entrenan en Ponferrada ante un ataque terrorista..!!!El simulacro del Temple evidenció la importancia de la coordinación entre todos los efectivos.


Los pájaros parecen cantar más tristes en Montes de Valdueza. Les queda mucho menos verde donde posarse. Un técnico de la Junta confiaba a este periódico el dato provisional de las 3.000 hectáreas arrasadas. La situación creada por la virulencia del fuego de estos últimos cuatro días la resumía uno de los vecinos del pueblo: «Esto es el infierno, nunca hemos visto nada igual».
Las palabras son de Víctor Fernández, un pescadero que estuvo 47 años trabajando en Madrid y que ahora, a sus 67 años, decidió cambiar los humos de la capital por el aire limpio de la Tebaida, en una casa con vistas al monasterio de Montes. Su esposa, Generosa González, no da crédito a lo sucedido. Aquí, el fuego se llevó por delante castaños centenarios, matas de robles y encinos, y no muy lejos de allí, hasta tejos. El fuego se ha encargado en algunos casos de quemar los orondos troncos de los castaños y detrás, la fuerza del viento los ha derribado a tierra. Eso sí, en Montes la gran labor del operativo contra el fuego logró salvar la riqueza ecológica de las Furnias, la masa que se ve frente al recinto monacal en fase avanzada de restauración.
Si Montes se ve desde lejos como una mancha verde clara, con tonos amarillos en medio de un negro intenso que parece comérlo todo, Peñalba de Santiago —considerado como uno de los pueblos más bonitos de España por su peculiaridad orográfica, arquitectónica, de fauna y flora— tenía a última hora de ayer el corazón encogido. Las llamas devoraron las laderas de los valles próximos y la amenaza es tan seria que el fuego llegó cerca de la turística cueva de San Genadio, donde la leyenda dice que el monje mandó callar al río que se traga la montaña y dio pie al reconocido Valle del Silencio eremítico.
Si por la franja sur de la Tebaida la marea negra y las lenguas de fuego se han tragado valles que se retuercen y ahuyentado bandadas de perdices, corzos y jabalíes, por la ladera norte, el panorama no es nada alentador. Al entrar con el coche por la pista de tierra que va desde el enlace de San Cristóbal a Peñalba (la que tantas veces se ha pedido asfaltar), la negrura abruma a la vista. Allí estaban los militares de la Ume, los forestales y brigadas de la Junta, policías y bomberos, trabajando a brazo partido.
Las pendientes son de vértigo y aún así, los efectivos de tierra entraron con mangueras ladera abajo. Los helicópteros siguen pareciendo mosquitos frente a la gran lengua de fuego y humo alborotador. Ver cómo sueltan el agua produce impotencia y desasosiego, algo así como si a alguien le diese por verter un vaso de agua en el océano.
Al amainar el viento demoledor de estos días, ha permitido que entrasen en la lucha también los hidroaviones. Esto hace que la gran catástrofe ecológica —ya certificada, dado que decir lo contrario sería mentir— no se desmadre. La panorámica que ofrecen los montes de la zona es desoladora.
En Peñalba hubo ayer quien lloró de pena, de rabia y de impotencia con los ojos clavados en la frondosa ladera verde que mira inocente hacia el pueblo.
Siguiendo el recorrido en coche desde Peñalba en dirección a Ponferrada, al atravesar el fondo y la parte media del valle del Oza lo que se ve repugna, inquieta y asombra. El panorama ofrece una estampa en la que los árboles aparecen desnudos, pintados de negro y apuntando al cielo sin vida. La virulencia del fuego ha sido tal que ha retorcido las vallas quitamiedos de la carretera. La quema ha sacado a la luz incluso chatarra de coches abandonada en una ladera. Lo que se ve no es la imagen adecuada para las visitas turísticas. Gran parte de estas montañas están calcinadas.
Los vecinos de la zona no se creen lo que está pasando y la indignación se acrecienta a medida que se va conociendo la magnitud del desastre ecológico.
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El congreso que la Sociedad Española de Urgencias y Emergencias Sanitarias (Semes) de Castilla y León ha celebrado en Ponferrada convirtió ayer el parque del Temple en el escenario de una intervención policial ante un ataque terrorista en la que fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y técnicos de emergencias sanitarias mostraron la importancia de actuar de forma coordinada para mejorar la atención a posibles víctimas y garantizar la seguridad de los rescatadores.
Más de una veintena de intervinientes dieron forma a una recreación que les sirvió de entrenamiento y en la que participaron efectivos de la Unidad de Intervención Rápida de la Guardia Civil de Logroño, el Grupo de Operaciones Especiales del Ejército de Alicante, la Policía Municipal de Ponferrada y técnicos de Emergencias sanitarias también del área de salud del Bierzo. Todo ante la atenta mirada de cientos de ciudadanos que no quisieron perderse un acto de ficción que, no obstante, puso los pelos de punta a los asistentes. No en vano, todo fue muy real, desde las explosiones iniciales, hasta el despliegue policial y la detención de los terroristas, así como el estado de quienes resultaron heridos y su posterior atención por los sanitarios. Ponferrada se convirtió no en un escenario de película, sino de la realidad actual que vive Europa.
El terrorismo islamista se ha convertido en un problema internacional y obliga a todos los efectivos que intervienen tras un ataque a reciclarse y adaptarse a los nuevos tiempos. En este sentido y con esta actividad, la Semes ha querido mostrar el papel que juegan los técnicos de Emergencias y cómo ha cambiado el orden de prioridades. Ahora lo primordial es garantizar la seguridad de los rescatadores.
«Los últimos atentados han cambiado la escena y tenemos que prepararnos para trabajar de forma segura. Ahora prima nuestra seguridad, porque sin rescatadores no hay rescate. Cuando cambia la amenaza, nosotros nos tenemos que adaptar y si hace años nos teníamos que preparar para una posible agresión con bomba o un tiro en la nuca, ahora nos tenemos que enfrentar a algo tan inaudito como un atropello masivo», explicó el técnico de Emergencias Sanitarias y organizador del simulacro, Raúl Artíguez.
El nuevo escenario obliga a sanitarios y fuerzas de seguridad a mejorar la coordinación para que los últimos puedan garantizar la integridad de los primeros. «El contacto siempre ha sido directo, pero ahora tenemos que practicar la coordinación para que nos garanticen que la zona es segura. Antes llegábamos al lugar de la escena de forma natural y allí nos poníamos de acuerdo, pero ahora hay que llegar ya con este trabajo hecho», explicó Artíguez, asegurando que, pese a todo, si se cumplen los protocolos, la suya no es una profesión de riesgo.
de la práctica a la teoría
Sobre cómo los profesionales sanitarios de Emergencias deben prepararse para responder en los escenarios actuales también se habló en la mesa ‘Lecciones aprendidas en combate para emergencias civiles’, en la que el teniente médico de la Guardia Civil de la Base Conde de Gazola de Ferral de Bernesga, Pedro María Higueras, analizó las similitudes que puede tener una emergencia con agentes armados que se da en una zona de guerra como Afganistán o Irak con una que se dé dentro de las zonas aparentemente en paz, como es Europa.
Lo que determina las diferentes son las estructuras de cada país a nivel hospitalario, de emergencias extrahospitalarias, policía... «Eso condiciona la forma en la que atiendes a un paciente. Ante una misma lesión, ésto determina los tiempos de actuación y las medidas invasivas que se tomen en el lugar del suceso.
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MRF

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