Tras ver lo que hemos visto los últimos años ya no me extraña nada
El encuentro que tendrá lugar hoy en La Moncloa a las 4.30 de la tarde, ¿qué es? ¿El final del desencuentro de España y Cataluña o el comienzo del desenganche de Cataluña de España? ¿Una timba de fulleros o una réplica de la «ensoñación» del 1-O? ¿El canto de cisne del secesionismo catalán o la rendición incondicional de España a Cataluña? Puede ser todo eso y algunas cosas más, pero nadie lo sabe, incluidos los convocados. Lo único seguro es que no hay la menor simpatía entre ellos, incluidos los del mismo bando. Teóricamente, los bandos son el nacionalismo catalán, capitaneado por Quim Torra, y el Gobierno español, liderado por Pedro Sánchez. Pero, de entrada, hay más concomitancia entre el
PSOE y ERC, dispuestos a ir paso a paso y no cometer los errores anteriores, que entre ERC y JpC, que insiste en la autodeterminación ya, y el indulto de los condenados por la intentona. Por si fuera poco, Puigdemont intenta también estar presente, tras colocar a dos de sus más leales servidores en la mesa de negociaciones, listos a cercenar cualquier intento de contemporarización. Y es que los independentistas ya se están repartiendo Cataluña antes de que sea independiente. Tanto es así que la vieja Convergència, con Artur Más a la cabeza, ha resurgido pidiendo voz y voto en el reparto. Demasiado tarde. Mientras Sánchez ha elegido como equipo a miembros de su Gobierno, dos vicepresidentes, Carmen Calvo y Pablo Iglesias, la ministra de Organización Territorial, Carolina Darias, y dos ministros catalanes, Salvador Illa y Manuel Castells, que nunca se han recatado de esconder su simpatía por la causa nacionalista. Si se le añade que Iglesias es de la misma cuerda, tendrán que el debate no va a tener color y que los únicos que pueden dar la nota y armar el bollo son Torra y los hombres de Puigdemont con sus exigencias extremas que ni siquiera Sánchez puede darles. Pues el plan es mucho más sutil: Lo inventaron los soviéticos durante la guerra fría y le pusieron el nombre de Salami Tactic (táctica del salchichón pues consiste en ir comiendo éste rodaja a rodaja). De entrada, en este caso, es mostrar a los españoles que no pasa nada grave negociando con los independentistas, pero preparando el terreno, tanto en el aspecto legislativo como en el judicial para que lo ilegal sea legal y lo que nos parecía imposible hacerlo posible. ¿Seremos los españoles tan tontos como para dejemos engañar con táctica tan burda? Tras ver lo que hemos visto los últimos años ya no me extraña nada y el comportamiento de Sánchez en toda la crisis, con un seguidismo rastrero de individuos como Torra dan pie a todos los temores. Que en su partido sólo se alcen voces de desagrado, pero no de denuncia, a cargo de personajes del ayer, aumenta la preocupación. Los pocos analistas de izquierda que piensan se engañan y nos engañan diciendo que Puigdemont no permitirá que se le excluya del reparto y ordenará a Torra convocar elecciones para dinamitar el salchichón. Pero entonces puede ser demasiado tarde.
José María Carrascal
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