Los lectores de ABC pudieron leer ayer como en ningún otro diario el gran enfrentamiento, muy significativo, habido en Viena entre el ministro del Interior de Italia, Matteo Salvini, y el ministro de Exteriores y Europa de Luxemburgo, Jean Asselborn. En una cumbre ministerial sobre inmigración africana, intervino Salvini para decir que Italia ya ha decidido que, para la mano de obra del futuro, es mejor tener hijos que traer esclavos africanos y que combatirían con la UE o solos, por todos los medios, ese tráfico humano como otras actividades criminales. Asselborn, un socialista de ese triángulo de la arrogancia privilegiada que es el Benelux, le interrumpió para espetarle que ellos habían recibido a muchos italianos porque no podían dar de comer a sus hijos y mandó «a la mierda» al ministro italiano. El entorno del luxemburgués, uno de esos incansables tribunos de la moralidad eurocrática, se quejaba ayer de que había sido una trampa de Salvini, que tenía a su gente grabando la escena. También ellos parecen creer que fue Asselborn quien queda como «la chata».
Hay una terrible percepción de emergencia en todos aquellos partidos europeos que pretenden continuar sin variar el principio de que el futuro de Europa es irremisiblemente esa sociedad multicultural que guste o no ha de imponerse allá donde no se ha impuesto ya en el continente. Están decididos a combatir toda resistencia ideológica a este proceso como una reacción racista y extremista. Sin embargo, y pese a todas estas descalificaciones, crece sin cesar la corriente contraria, la que enarbola como idea fundamental el mensaje del ya fallecido gran pensador de la ciencia política que fue el italiano Giovanni Sartori, que advirtió que la multiculturalidad supone la voladura de la democracia y su fraccionamiento en guetos, como ya se ve en las ciudades de Europa occidental. Este movimiento llama a poner fin a la resignación. A luchar por evitar que el futuro de toda Europa sea Birmingham o un «banlieue» francés. Goza cada vez de mayor apoyo popular. Un sondeo del diario La Repúbblica revelaba ayer que el Gobierno italiano se dispara en apoyo popular. El primer ministro Conthe y el propio Salvini disfrutan de cotas de popularidad de más del 60%. La Lega casi duplica su voto desde las elecciones.
No es este sondeo el único susto para los guardianes de la política socialdemócrata europea. Tras Suecia llega la cita en Baviera y allí se juegan bastante más. Porque la CSU está en estado de pánico. El partido bávaro, que tiene mayorías absolutas prácticamente desde el final de la guerra, tiene un 35% en los sondeos. En 2013 aun sacó el 47%. El electorado se fuga hacia la derechista AfD. La gente está muy harta de monsergas, sean de Assenborn o Merkel, de políticos que nunca sufren las consecuencias de sus decisiones y «postureos» morales e ideológicos. La población europea ha dejado de estar dispuesta a imposiciones ideológicas contra de sus intereses. Quien no lo entienda será castigado por la historia..Hermann Tertsch
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