Hacia el enfrentamiento civil, no solo en Cataluña
Pedro Sánchez ha vuelto ya de ese viaje que se montó para conocer mundo con su mujer. Que nunca se sabe lo que va a durar esto. Volvió porque no tuvo la ocurrencia de irse con doña Begoña a un concierto de Beyoncé en Japón. «Ya que estamos aquí al lado». No habría sido razón de menos peso que la que le llevó, tras la visita blandita a Justin Trudeau y su torpe letanía ante la Asamblea General de la ONU, a un largo salto hasta California con la agenda propia de un secretario de Estado belga. Con viajes tan relajados, parecería que, en el país cuyo Gobierno preside, la vida política languideciera dulcemente como en una amable Suiza. Y no es así. Porque en España arrecian las voces que dicen que Sánchez no puede gobernar en estas circunstancias. Que tiene que convocar elecciones generales de inmediato. Porque hay retos a la nación que no puede asumir. No entenderlo tendría consecuencias lamentables en lo político y económico pero trágicas en lo humano. Sánchez ya habrá visto las imágenes de separatistas convertidos en un brutal somatén urbano que acosa y agrede por las calles a policías y guardias civiles desarmados que defendían sus derechos laborales. Cuando intervinieron finalmente los Mozos la tragedia parecía ya inminente.
Sánchez debe irse ya. Las razones no son menores. Su Gobierno arde por los cuatro costados. Con una ministra que hace méritos en lenguaje de la mafia y elogia delitos para mayor gloria del chantaje. Con un ministro en la luna que hace todo lo que Sánchez dijo que jamás toleraría. Con una vicepresidenta sumida en delirios totalitarios chavistas tal como su portavoz y ministra de Educación, que pretende que la mejor forma de defender la democracia es acabar con la crítica a este Gobierno. Lo peor no es que su gobierno se descomponga por falta de toda calidad y virtud salvo la perseverancia. Ni siquiera es lo peor que ya emule a sus aliados comunistas, separatistas y golpistas y no tenga escrúpulo en tratar a todo discrepante como enemigo.
Lo peor es que en España hemos llegado a las manos. Quienes hace más de una década avisamos de que íbamos hacia ello fuimos el hazmerreír de muchos. La culpa no es de Sánchez. No de forma principal. A sus dos últimos antecesores en el cargo les perseguirá siempre la culpa histórica de que España esté al borde del derramamiento de sangre entre españoles. En la transición se hicieron milagros por evitar llegar a esto. Se logró y lo aplaudió el mundo. Pero Zapatero impuso la revancha en toda la izquierda y Rajoy no la impidió. Y ahora estamos donde no queríamos. Cataluña se desliza hacia el enfrentamiento civil violento. Es una dictadura irredenta ya que aplasta a los españoles que exigen sus derechos y libertad. La supuesta paz solo se basa en el sometimiento y el silencio de la mayoría. Y eso se ha acabado. Pronto podemos tener las primeras esquelas. Sin un urgente restablecimiento de la ley en toda España, se masca la tragedia..Hermann Tertsch
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