El Congreso se ha convertido en una guardería sin control, y nuestra política en un jeroglífico irresoluble. Todo es barullo, un marasmo de confusión y un constante trasiego de tácticos de salón para apuntillar la legislatura, se censure o no a Mariano Rajoy. Sin embargo, ayer recorría el Congreso un cierto halo de moción desinflada, de prisas nerviosas, de postureo impostado para descolocar al adversario, y de conversaciones cifradas en secreto con el PNV. Demasiada improvisación para fulminar la legislatura de un plumazo, con los Presupuestos en trance de quedar frustrados y los mercados en guardia inclinándose por que todo será un farol para que Rajoy sobreviva, pero ya como un «pato cojo». Demasiada agitación nerviosa para todo. La izquierda vive del caos y el bloqueo, y el independentismo se alimenta del chantaje. Todos viven bien contra Rajoy.
Albert Rivera ofrece a Rajoy pactar elecciones en otoño o impulsar un candidato independiente, porque todo su acuerdo de legislatura queda roto. El PNV cree que Sánchez se ha precipitado y condiciona su apoyo a que no se convoquen generales. Iglesias plantea al PSOE un Gobierno de extrema izquierda avalado por separatistas o elecciones inmediatas. ERC habló de caos en el PSOE, y el PDeCat de libertad de los «presos políticos» e inmunidad para Carles Puigdemont. A su vez, el PSOE arguye que no pactará nada con nadie para que todos se retraten, y reactiva con dos días de gloria el lánguido protagonismo de Sánchez. Y el PP… El PP no está en lo que los juristas denominan «dominio del hecho». Cuelga del PNV.
El nacionalismo vasco no es amante de las urgencias o los movimientos en falso. Su disyuntiva es simple: mantener a un Rajoy debilitado sin pronóstico de elecciones inminentes, o convertir a Sánchez en presidente. Y ninguna de las dos opciones le parece satisfactoria. No obstante, en los dos últimos años el PNV se ha inclinado por salvar la legislatura, los Presupuestos y el cupo vasco. Lo de menos es si fue por pragmatismo, por estabilidad o por llenar las alforjas porque Rajoy siempre convenció a Íñigo Urkullu.
El PNV es un partido separatista y con objetivos de autogobierno y nacionalidad de sobra conocidos, anexión de Navarra incluida. Pero no es un partido antisistema ni hoy ve en el separatismo catalán el mejor ejemplo táctico a seguir. Al PNV no le interesa pactar con el PSOE un adelanto electoral para favorecer a Rivera, comprometido públicamente con la erradicación del cupo. Pero a su vez, tampoco le interesa que un PP censurado pueda tumbar sus propios Presupuestos. En España cambia todo y nada cambia. Es la sutil paradoja de un extraño estado de ánimo y de la nueva política... Todo sigue dependiendo de un partido nacionalista.....Manuel Marín
http://www.abc.es/ MRF
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