Lo que funciona en España a las mil maravillas -que se lo digan si no al presidente Sánchez y su maquinaria «marketiana»- no tiene por qué funcionar más allá de nuestras fronteras. De hecho, no funciona. Y si las decisiones o declaraciones se enmarcan en un contexto de pura demagogia y aplicación ideológica en clave electoral, apaga y vámonos. Eso es lo que está ocurriendo en los últimos tiempos -aunque son comportamientos repetitivos a lo largo de la Historia- con muchos asuntos que trascienden a lo puramente doméstico. Y eso es muy peligroso para los intereses de España.
Pues bien, estos días se están cebando con la dichosa tasa Google. Un impuesto que se ha quedado en el limbo tras las elecciones, y veremos. Aunque las ministras afectadas -la de Hacienda y la de Economía- se han obcecado en llevarlo hasta sus últimas consecuencias... estando en funciones y sin saber siquiera si seguirán en el cargo en el caso de que se pueda formar Gobierno. Se trata, en definitiva, de generar ruido como táctica de distracción política. Un comportamiento absolutamente irresponsable, demagógico y de pataleta que da una imagen de país totalmente suicida ante los inversores.
¿Es realmente necesario abrir frentes internacionales -¡de comercio! con lo que nos podemos jugar- para poner en valor simples y reiterativos esquemas programáticos, sobre todo típicos de la izquierda española, en búsqueda del voto popular? ¿Sirven para algo los pulsos demagógicos y abanderamientos de causas de tintes verdes, por ejemplo? Y conociendo la respuesta a priori -recientes antecedentes con Francia-, ¿es entonces, repito, necesario?
El tiempo da o quita la razón, pero la mala relación de los Ejecutivos socialistas con la Casa Blanca es un clásico y, en estos días, es un hecho. Precisamente en un momento en el que Estados Unidos ha puesto el grito en el cielo tras la aprobación en Francia de un impuesto a ciertas compañías tecnológicas con sede al otro lado del Atlántico por haberse hecho sin acuerdo internacional en el seno de la Organización para la Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE), tal y como estaba acordado. Washington reaccionó en el minuto uno, y decidió activar un procedimiento de investigación que puede desembocar en la subida de aranceles a productos franceses u otras medidas restrictivas. ¿Por qué no repetirse en el caso español?
A lo mejor a las ministras españolas, y al propio Sánchez, les hacen gracia las reacciones histriónicas del presidente Trump, pero cuando las amenazas se conviertan en actos veremos si es mejor reir por no llorar. Y entonces, además, esa presión a las grandes del Ibex a las que se les ha pedido una suerte de papel de embajadoras del Gobierno (que busca apoyos para la investidura hasta debajo de las piedras), tanto dentro como en el exterior, se les volverá en contra. Y entonces tendrán enfrente no solo al «graciosillo» de Trump. Y Sánchez lo sabe. O debería. La demagogia barata, al final, sale cara...
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