El todos contra todos no es la mejor forma de afrontar los desafíos internos y externos que tiene nuestro país
Si no estuviera en juego algo tan importante como la integridad y continuidad de España, sería para troncharse de risa. Sánchez y Casado, o el PSOE y el PP, están teniendo graves problemas con sus hijos, o hijastros, aunque no les llevan muchos años. Podemos fue el vástago contestatario de una izquierda incapaz de ver y afrontar la gran crisis de 2008, como Ciudadanos lo fue de la frustración con una derecha que había cedido Cataluña al hambre depredadora del secesionismo. Ambos se presentaron como los remedios de tanta inutilidad y corrupción, de ahí su éxito inicial, que llegó a amenazar el liderato de los dos grandes, hasta que se comprobó que sólo eran sus copias, con más ambición que contenido. De esa doble frustración surgió Vox, que muerde a ambos lados, sin calcular las consecuencias.
Es la situación en que nos encontramos, más confusa, polarizada y peligrosa que nunca, al haberse convertido en un todos contra todos, que no es la mejor forma de afrontar los desafíos internos y externos que tiene nuestro país, como el resto. Claro sólo está que Sánchez no quiere a Iglesias ni a nadie de los suyos en su gobierno, y que Iglesias exige entrar de alguna forma en él, como precio de sus votos, absolutamente necesarios para la investidura de Sánchez. Del mismo modo, Rivera se niega no ya a firmar un pacto de gobierno con Abascal sino a estrechar su mano o hacerse una foto con él, pese a necesitar sus votos para gobernar en Madrid y Murcia, mientras Abascal exige que no se le trate como un apestado. De mantenerse ese doble veto, no vamos a tener gobiernos en Madrid ni en España, estando abocados a nuevas elecciones, lo que, entre otras cosas, significa un fracaso de nuestra clase política que, incapaz de llegar a acuerdos, devuelve la patata caliente a los electores.
Como se desprende de tan bizarro escenario, las culpas están repartidas, aunque las responsabilidades nunca lo están: cuanto más poder se tiene, mayor es la obligación de desbloquear los problemas. Sánchez, sin embargo, no ha hecho otra cosa desde el gobierno que esperar que los otros, incluida la oposición, le confirmen en el cargo. Gratis. Por su cara bonita o dura. Y a tanto no llega la ingenuidad de los demás. También Rivera quiere gratis el apoyo de Vox, sin siquiera dar las gracias, que es lo mínimo. Con lo que se retratan, no ya de modales, sino de política, ya que el doble bloqueo puede dejar en el aire tanto la investidura de Sánchez como la de Díaz Ayuso, que no favorecen a nadie. Sólo si en los próximos días, los «bloqueadores» se dan cuenta de que son quienes más tienen que perder, los españoles no tendremos que volver a las urnas para resolver los problemas que competían a nuestros políticos. Aunque cuando el egoísmo, lo pueril y visceral andan sueltos, como es el caso, los resultados son imprevisibles. Pero casi nunca buenos....José María Carrascal
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