Antonio López (Tomelloso, 1936) es la genialidad viva en la pintura española de lo figurativo, lograda a base de mirada inteligente, trabajo meticuloso, preciso, lento, rozando lo exasperante. Muchos críticos lo encuadran en el hiperrealismo, pero en esta entrevista —hecha en Fabero— lo niega con rotundidad.
Afable, cercano, pausado, generoso, paciente, observador, maestro, (...). Sus palabras retumban con sabiduría en el silencio de la sala contigua del edificio municipal dedicado a los talleres formativos de verano, Cian-m. Un lugar donde el escultor Tomás Bañuelos es también alma del ambiente creativo que se respira entre la veintena de discípulos, coordinados por Soraya Triana Hernández. Es una tarde de verano en esta cuenca minera del Bierzo, a la que le cerraron las minas.
—Antonio, un verano más en Fabero.
—Pues sí, otros días más en Fabero. El tercero con este, porque el año pasado Tomás no pudo dar el curso (falleció en mayo, a los 88 años, el escultor y pintor Julio López).
—Está aquí por el escultor y catedrático faberense Tomás Bañuelos.
—Sí, estoy por él.
—Supongo que se lo rifarán para que acuda a otros lugares.
—Bueno, no tanto. Lo hago por Tomás, porque lo conozco mucho de Madrid.
—¿Qué tal le trata el Bierzo?
—¿El Bierzo? Pues, yo creo que el Bierzo es una tierra bastante dura. No lo digo porque me trate mal, pero me parece que es una tierra y unas gentes que se nota que han vivido vidas difíciles. No da sensación de una tierra en donde la vida y las gentes lo hayan tenido todo muy cómodo.
—Como usted, que viene de un terruño difícil, La Mancha.
—Me parece esto más duro que La Mancha. Lo bueno aquí es que refresca por las noches en verano. El Bierzo no me parece una tierra de vida fácil. A lo mejor es que no hay ningún sitio así ya.
—¿Usted ha viajado mucho?
—No, he viajado poco.
—Y lo que ha visto, ¿dónde se encuentra más a gusto?
—Yo creo que más a gusto es en el lugar donde puedas hacer la vida que te gusta.
—Ahora mismo en Madrid...
—Pues, ha coincidido con Madrid.
—Sus grandes obras llevan el sello de la capital...
—Yo he trabajado mucho en mi pueblo, también. Mi vida la he hecho, primero en Tomelloso, después en Madrid, alternándolo.
—Siendo una tierra dura, como dice, ¿Los cuadros tienen que ser duros, la expresión artística tiene que ser dura? ¿Le inspiran los colores del Bierzo? ¿Hay posibilidades?
—Yo creo que todas las tierras son interesantes. Tienes que conocerlas, amarlas, te tienen que importar, y sobre todo, tienes que estar allí. Si no estoy allí no tengo acceso a la representación de esos lugares.
—¿Qué paleta de colores tiene el Bierzo?
—Eso no es así.
—No va así.
—No.
—¿Cómo va?
—Pues hombre (risas). No es así, no es así ...
—¿No ha sido la pregunta adecuada?
—No, no es eso. Es que la pintura es una cosa muy compleja, la literatura, el cine. Entonces, bueno, el Bierzo puede ser de muchas maneras, como Madrid puede ser de muchas maneras. Es según la persona que lo mire, las circunstancia que tenga en ese momento. El Bierzo o cualquier otro lugar de la tierra presenta aspectos que pueden ser muy distintos.
—Y la forma de plasmar ese ‘cualquier aspecto’, ¿viene determinado, no sé, por una amistad, por ejemplo, como la de Tomás Bañuelos, por Fabero?
—Yo, si no es por Tomás, no hubiera venido aquí. Nada me hubiera traído, pero nunca se sabe. Yo vine aquí porque Tomás me lo pidió.
—A usted le tratan como a un genio, hablan muy bien de usted, es un pintor cotizado, reconocido mundialmente. Dígame, ¿se siente un genio como pintor? Yo se que usted es humilde aunque lo niegue y estas cosas no le gustan, pero le pregunto...
—Es que las cosas no son así. Lo planteas de una forma demasiado contundente ...
—¿Dura?
—Las cosas son de muchas maneras. En mi caso, hay gente que me estima y gente que no considera nada mi trabajo. Gente de la profesión, que no considera que lo que yo hago sea muy interesante.
—Pero eso, ¿por qué? ¿Por lo de siempre, por las envidias, por la mezquindad, por los egos?
—No. Ni por los egos, ni por las envidias. Es porque hay gente que piensa que ahora hay que hacer un arte distinto del que hago yo: Que hacer un arte basado en la copia de la realidad, en la figuración, eso es un atraso. Lo del arte es una cosa muy complicada. No se puede resumir en una frase, así, fácil. Porque no es así.
—Los pintores como usted, que despuntan, que marcan tendencia, ¿son incomprendidos? ¿Es difícil de entenderlos? Para mí, le digo que es muy fácil hablar con usted y entiendo perfectamente lo que me está diciendo, pero, ¿entiende por dónde voy?
—Yo le entiendo, claro. Pues es que, se da de todo. Hay gente incomprendida, gente a la que no se le presta la atención debida y gente a la que se le presta demasiada atención. No está bien repartido todo esto. ¡Pero es verdad que nunca lo ha estado, eh!
—Ya. Antonio, ¿qué le ilusiona?
—¡A mí!, ¿ahora? Pues hombre, me gustaría que mi mujer estuviera bien, estuviera mejor. Que yo pudiera seguir trabajando, centrarme en el trabajo, que llevo una vida con demasiadas distracciones. Y bueno, continuar mi vida profesional. Es lo que me gustaría.
—¿Le gusta y a la vez le aflige?
—No, no me aflige.
—Usted se encuentra en una edad en la que puede elegir. Es de la edad de mi padre, de 1936...
—83 años, sí.
—¿Qué le obsesiona? ¿Existe algo del plano artístico que le obsesione? Lo digo porque, como neófito que soy en la pintura, cuando me pongo delante del lienzo, hay noches que no duermo, que no paro de darle vueltas a un tema …
—Yo, de obsesionarme algo, pues digamos que son las cosas personales.
—Lo estrictamente personal …
—Sí, lo personal es lo que verdaderamente me importa más. Más que lo colectivo. Me refiero a mi familia, a mi vida. Es lo que verdaderamente más me preocupa, me preocupa a veces mucho.
—¡Y eso es lo que, a veces, aparece en su obra, claro!
—Pues, debería aparecer. No es una cosa que puedas localizarlo dentro de ti, y decir, lo voy a poner aquí. Todo lo que son los sentimientos es algo que pasa al lienzo de una forma, a veces, no voluntaria. Involuntaria, de una manera misteriosa. No dices, ahora voy a poner aquí todas mis preocupaciones. Eso no es así.
—Hay pintores, literatos, músicos, que sí que lo hacen …
—Que lo hagan. Yo no lo puedo hacer así. Lo que pasa es que lo acabo haciendo. Pero no reside mi voluntad, si no en un hecho inevitable. Hay gente que sí tiene la voluntad de expresar los males del mundo. Quieren hacerlo, las injusticias. Y hacen eso que se llama arte social. Yo no he hecho eso. Yo he andado por otros lugares, lo que no quiere decir que en mi pintura no se vea cómo ha sido el mundo mío.
—En algunos trabajos es fácil de apreciarlo. Yo tengo grabado en la retina su Gran Vía de Madrid.
—Bueno, sí.
—También otra obra, la del año que nací, la de 1964. La de «Atocha», ese realismo mágico.
—Claro, sí, sí.
—Desde siempre todo el mundo quiere encuadrar a todo el mundo y hay críticos que aluden a usted como el hiperrealismo americano …
—No. ¿cómo voy a ser un hiperrealista americano, si no soy americano?
—Pero hay personas, que van de entendidas, y lo dicen de usted.
—¡Pero, hijo, no caigamos en esas cosas!
—A eso voy, es que quiero escucharlo de su voz.
—¡No hace falta, hombre! Yo no soy un pintor hiperrealista. No porque no haya querido, sino porque no lo soy. Porque, ningún pintor español es un pintor hiperrealista. En general, es así. Otra cosa es que yo trabajo sobre el mundo real y lo puedo trabajar de una manera precisa, con voluntad de ser fiel a lo que estoy mirando. Pero el hiperrealismo es otra cosa.
—¿Usted es una evolución de Velázquez?
—¡No hombre, no!
—¿Tampoco? Velázquez sí que le ha influido. ¡No doy una!
—No, es que lo quieres demasiado, con demasiado tecnicolor. Las cosas son más complicadas.
—Con matices.
—Más complicadas. Más complejas.
—Hace unos días estuve entrevistando a José Mujica, el ex presidente uruguayo, un hombre que habla muy clarito y es consecuente con lo que dice. Fui a verle precisamente para saber si era un producto de márketing político. Y mi idea es que no. Pero bueno, le pregunté ¿qué le faltaba por ver, y me respondió que «el más allá». A usted, ¿Qué le falta por ver?
—Yo no tengo ninguna prisa en ver el más allá.
—No, me refiero a qué le falta a usted por ver. No sé, ¿un cuadro perfecto?
—No pienso mucho en eso. Yo quiero hacer las cosas lo mejor posible. No hay receta para el cuadro perfecto.
—Usted dijo que una obra nunca se acaba, sino que llega al límite de sus posibilidades.
—Es una forma de hablar. Yo he hecho cosas en el límite. Pero no todas han podido hacerse así. Para que eso ocurra tienen que tener mucha paciencia, tener el natural, que es el tema donde se basa el trabajo, tenerlo todo el tiempo que tu lo necesites, y eso a veces no es posible. Entonces, la obra se queda a veces, no a la mitad, se queda en el camino.
—Antonio, ¿usted pinta para ser feliz o para hacer feliz a la gente?
—A mi me gusta ser útil. Yo, lo de ser feliz y hacer feliz a la gente me parece que es ponerse demasiado fantásticos. Yo quiero ser útil, como pueda ser un médico, un campesino que está en el campo cultivando cosas.
—Pero, siendo útil, se puede hacer feliz a la gente.
—Me parece muy importante ser útil. Ser útil es hacer bien tu trabajo y pensar que tu trabajo puede mejorar un poco la vida de los demás. No le va a quitar sus dramas.
—¿Qué proyectos se trae en la actualidad entre manos?
—Pues no te puedo contar. Yo sigo un poco con mis temas de siempre, pintando, haciendo dibujos, haciendo esculturas, casi todo basado en mi vida, en la vida que yo hago, en las cosas que tengo cercanas.
—¿Y la docencia, como ésta de Fabero, la necesita también?
—Somos un grupo de pintores. A mí me ha pillado ahora un poco cansado y con ganas de centrarme en mi trabajo y atenderlo. Lo hago muy a gusto aquí. Hablamos de pintura.
—Hace unos meses le veía en los periódicos y en las televisiones por su cuadro «La familia de Juan Carlos I» y me daba pena porque en este país se critica todo. Decían que era mucho lo que estaba tardando usted en entregar esa obra. Incluso, hasta sacaron chistes ...
—Yo lo he hecho lo mejor que he podido. Así de resumido. Ya está. Puse todo mi conocimiento, mi tiempo y lo he hecho lo mejor que he podido. Y se ha acabado. Ya está.
—¿Es uno de los males de este país, eso de darle vueltas a todo?
—El hombre, la mujer, en general, es muy pelmazo. Muy pesado, tiene demasiada malicia. Y a veces es muy ignorante. Tampoco hay que hacer mucho caso, hay que aguantar el tirón.
—¿Qué le parece el momento político, Pedro Sánchez y demás?
—Los países tienen los políticos que se merecen. Este Gobierno, para muchos es malo y otros están contentos porque lo han votado. Esto no nos ha caído del cielo. Yo creo que tenían que estar los mejores y, desde luego, No están los mejores...

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