Sánchez y la bandera de España de quita y pon
Como las casualidades a veces las carga el diablo, Pedro Sánchez sufrió ayer el fatal azar de que el grafismo creado para su mensaje de apoyo a las víctimas del 17-A se averiase, por un problema técnico, en su versión en lengua catalana. La infortunada casualidad, ¡ya es mala suerte!, quiso que en el recuerdo presidencial de la matanza, su condena al terrorismo (sin citar su procedencia yihadista) y el llamamiento a la unidad de todos no salieran la bandera de España ni el escudo nacional, que sí se incluían en la versión en castellano que difundió el presidente en Twitter a eso de las ocho de la mañana, tempranito.
Dos horas después, dos, de que la casualidad, ¡ya es mala suerte!, hiciese desaparecer los dos símbolos, el equipo digital de Sánchez consiguió reparar el «error técnico», y bandera y escudo volvían al mensaje en catalán. Otras fuentes de La Moncloa atribuían todo a un «error humano», ¡vaya por Dios!, y a «los duendes de la imprenta que padecemos todos en ocasiones, sin ningún tipo de intencionalidad política».
La casualidad quiso que el fallo fuese detectado cuando todas las webs de información (bueno, en todas las que no se dedican a la propaganda del «Gobierno bonito») ya habían informado del asunto de la desaparición y aquello era un hervidero de indignación entre quienes, ¡hace falta ser malpensado!, lo consideraban un olvido quizá calculado que formara parte de la estrategia de distensión y diálogo con el «supremacista y racista» (en palabras del propio Sánchez) Quim Torra, que ahora es quien lidera la facción de lazo amarillo. En cualquier caso, la avería tuvo que ser bastante seria pues los técnicos monclovitas tardaron 180 minutos en arreglar la maldita causalidad.
Desde la foto de las manos de Sánchez anunciando a los españoles que «las manos del presidente marcan la determinación del Gobierno», ningún otro mensaje digital del líder socialista había tenido un eco semejante al de la bandera y el escudo de España de quita y pon, sobre todo después de esa fatal casualidad, ¡cagüen la mar!, y esos «duendes de la imprenta», siempre tan socorridos para salir del paso...Álvaro Martínez
https://www.abc.es/opinion/ MRF
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