Errejón ha convocado en su web un sorteo. Para inscribirse en la subasta hay que superar una prueba, sumar 9+2
EL motivo de esa legendaria reticencia social mía que devuelve las invitaciones mundanas es que tengo comprobado que gusto menos cuanto más se me conoce. Cultivar una distancia misteriosa lo hace a uno más interesante que vulgarizarse mediante el contacto directo, como bien sabe el Papa de Sorrentino. Por otra parte, y a pesar de que no sufro graves problemas de autoestima y aceptación durante el diálogo interior, no puedo considerar mi compañía como el premio de un sorteo. Un poco como en esas subastas benéficas de un soltero por el que nadie pujaría si no se tratara de un auténtico galán. Me imagino ahí expuesto y adjudicado por un euro y tres envases de vidrio retornables.
El procercito Errejón, que representa el Podemos invitado a cenar en las buhardillas burguesas, donde al decaer el ambiente sería conminado a "épater les bourgeois" con promesas de guillotina olvidadas al servirse el postre, tiene de sí mismo un concepto altísimo por el cual lo felicito. Tan alto que él sí se considera el soltero de oro por el que cualquiera pujaría en una subasta. De hecho, ha convocado en su web un sorteo cuyo premio es un rato de compañía de Errejón en un lugar, además, tan poco propicio para la diversión como es el Congreso. Que si al menos se pudiera jugar al ping-pong, o algo así, la experiencia se haría más llevadera. Para inscribirse en la subasta hay que superar una prueba, sumar 9+2, de lo cual se infiere que Errejón sólo concibe que pujen por él personas de una capacidad intelectual acreditada que puedan aguantar el tirón al hablar de Laclau sin que se produzca ninguno de esos incómodos silencios que a veces ocurren en las primeras citas. (Cuando yo trabajaba de guionista, un presentador me pedía en broma "pautas" con las que arrancar una conversación si eso le sucedía con una conquista).
Errejón tiene un coraje envidiable. Fíjense cuánto que este experimento lo bautizó con el epígrafe "Conóceme", con lo cual asume un riesgo casi suicida, puesto que cabe la posibilidad de que, efectivamente, el ganador o ganadora del concurso llegue a conocerlo. Eso nunca es bueno. Estas citas acostumbran a terminar con una enorme decepción. Me acuerdo ahora de un cortometraje de hace muchos años, protagonizado por Agustín González, en el que un tipo ganaba en un sorteo una cena con su actriz porno favorita. La decepción era mayúscula porque de lo que él estaba enamorado era de la voz durante los gemidos, y a la actriz la doblaban. Mira que si Errejón le toca a alguien enamorado del timbre de voz a lo Octubre Rojo, y luego resulta que, cuando no está de servicio, cuando no lo dobla la posesión revolucionaria, a Errejón se le pone voz de diputadillo profesional. Qué horror. Voy a inscribirme de todas formas, siempre que logre superar el filtro del 9+2, para hablar de Laclau como en ese cuento de Woody Allen, "La puta de Mensa", donde los servicios contratados eran intelectuales: hablar de Schopenhauer exigía el pago de un suplemento.
http://www.abc.es/
MRF
Muy divertido.
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