Será que está guardado por el frío, pues tampoco es cosa de andar a cuerpo gentil con este biruji, y con un tabardo encima es que no hace absolutamente nada y no se cumplen sus últimos objetivos de llamar la atención con el lema de su camiseta. Pero hace tiempo que no vemos al Tonto de la Camiseta, modelo Bódalo. Bueno, matizo. El otro día se entrevió en la visita del presidente argentino al Congreso. El jefe de la clac de Podemos había dado órdenes de no aplaudir, pues los barandas de las representaciones parlamentarias de los partidos tienen mucho de jefe de la clac. ¿No cobraban los de la clac de los teatros por aplaudir? Pues los diputados, igual: cobran por aplaudir o por no aplaudir, por apretar el botón diciendo que sí o por hacerlo diciendo que nanai. Cuando entran como diputados por la lista de un partido, como aquí no tenemos el sistema de representación por circunscripciones del Reino Unido, sus señorías, antes de sentarse en el escaño, han dejar su voluntad y muchas veces hasta su conciencia y su vergüenza en el guardarropas del pomposamente llamado «Palacio de la Carrera de San Jerónimo». ¡Anda que no nos gusta nada un palacio en esta España que no le saca todo el partido de su grandeza de Reino al Palacio de Oriente, ay, dolor, como cantaba el romance de María de las Mercedes.
Digo que el otro día se entrevió invernalmente al Tonto de la Camiseta, en versión femenina, que también la hay, por aquello de la ideología de género y la Inquisición de la Igualdad. Cuando el presidente argentino saludó en el Congreso a los representantes de la soberanía nacional, una señora de Podemos me parece que no se dignó darle la mano, que sólo le dio una cabezada de pésame de pueblo. Y por el contrario se encargó de desabrocharse bien la chaqueta o prenda que llevara encima para que se le viera bien la camiseta, donde rezaba un lema que se pedía la excarcelación de un terrorista condenado en Argentina.
Si el Congreso es el templo de la palabra, sobran las camisetas con lemas. Como sobran las pancartas que muchas veces sacan en los escaños determinados grupos y que me hacen pensar:
– ¿Pero qué es esto, Dios mío de mi alma? ¿El Congreso de los Diputados o el Fondo Sur?
Como sobran en la tribuna de oradores esos diputados torpones, sean del partido que fueren, que en vez de argumentar con la fuerza de la palabra, como no son precisamente Castelar, y van y sacan una cartulina en plan antigua carta de ajuste de la tele, en la que llevan un incomprensible gráfico de barras con las cifras del paro, o una papela ilegible con la estadística de la evolución de lo entrampado que está el Estado, hasta tal punto que ni hombres de negro de Europa ni nada. Al paso que vamos, un día vemos apostado a la puerta de La Moncloa al Cobrador del Frac.
Mas el hábitat natural del Tonto de la Camiseta es el mismo que el de su compadre el Tonto de la Bandera Republicana: la manifa. Y si es la manifestación de una Marea, sea del color que fuere y pidiendo lo que se tercie, ni te cuento. Es más: no hay marea sin camiseta con su lema correspondiente. Las mareas yo las calificaría, como los hoteles por estrellas, por camisetas: mareas de cien camisetas, mareas de mil camisetas, mareas de cinco mil camisetas. El ideal de la marea es que todo el mundo vaya con su camiseta-pancarta, luciendo el lema de lo que se trate. Últimamente se llevan mucho los estibadores.
Camisetas que tienen que ser un negocio. Como sigamos así, con la cantidad de Tontos de la Camiseta que hay sueltos por las manifestaciones y con la variedad de mareas con sus correspondientes colores y lemas, poner un negocio de estampación de camisetas con consignas políticas o sindicales va a ser tan rentable que puede que acabe en el Ibex 35.
http://www.abc.es/
Antonio Burgos MRF
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