Corbatones y cruces del rodezno. Levas y zapatas. La Herrería de Compludo no es inmune al desgaste del pasto del tiempo y después de que el pasado año la empresa turística que gestiona las visitas emprendiera la sustitución del mazo pilón, el monumento vuelve a estar cerrado estos días para concluir una nueva fase en la reparación de su maquinaria envejecida, de forma artesanal y bajo la dirección del herrero Manuel Sánchez, el hombre que se encarga de explicar a los visitantes el funcionamiento de la vieja fragua, pero también de mantenerla en perfecto estado.
La Herrería cerrada después de Navidad para acometer la sustitución de las piezas desgastadas, reabrirá en marzo renovada y con la buena noticia de que en 2016 rozó los 20.000 visitantes, el doble de los que habían subido hasta Compludo para conocerla en el año 2015.
«Los trabajos que se están realizando de manera totalmente artesanal y utilizando materias primas de la zona son a cargo de Manuel Sánchez, conocedor de la maquinaria; aprendizaje que ha ido pasando de generación a generación en su familia de herreros, padre, abuelo y bisabuelo. No podía ser de otra forma por las condiciones y la situación geografía de la Herrería.Se conserva todo como hace siglos», explica Juan Carlos Flórez, copropietario del monumento y uno de los socios de la empresa Vita, Natura et Legenda.
Las mejoras en la Herrería no se centran sólo en la maquinaria de madera. También se está limpiando la maleza y las hojas del ‘banzao’ y del canal que conduce el agua para alimentar el mecanismo hidráulico de la fragua. El Ayuntamiento ha actuado en el aparcamiento de su propiedad, pero todavía puede mejorarse, y la empresa espera que las administraciones señalicen ahora la Herrería en el Camino de Santiago y mejoren las carreteras en toda la zona.
Flórez se muestra muy satisfecho por el aumento de las visitas y en especial porque cada vez más colegios se acercan a Compludo para ver la fragua. «Lo que buscamos es preservar y dar a conocer a los más jóvenes valores y conocimientos de nuestros antepasados que no dejan de ser nuestra herencia y patrimonio». No en vano, recuerda, la abadía de Compludo fue en el siglo VII «el primer monasterio del reino hispano visigodo».
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La comunidad educativa del colegio La Inmaculada organizó este domingo su ‘bocata solidario’ en el que pusieron a la venta un total de 600 minibocadillos al precio de un euro. El dinero recaudado con esta actividad, «que otras veces se realizaba en el propio colegio y hoy hemos decidido traerlo al bulevar de La Rosaleda», señaló el profesor Ángel González, se destinará a Manos Unidas.
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MRF
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