“Muchas gentes creen que aquel 18 de julio fue el levantamiento de un
general fascista que decidió hacerse con el poder y liquidar a media
España. No fueron así las cosas. El 18 de julio de 1936 lo que ocurrió
fue el levantamiento de una parte de España que estaba siendo virtual y
físicamente masacrada por algunos españoles comunistas, anarquista y
socialistas que creían que todos aquellos que no pensaban como ellos, y
especialmente los que llevaban un escapulario en su pecho, debían ser
aniquilados”.
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Hace muchos años, en 1982, cuando la mitad de
vosotros no habíais nacido, el PSOE de Felipe González ganó las
elecciones y un joven profesor muy bienquisto en medios progresistas
saludó alborozado el advenimiento de “la vicerrevolución”. Aquel
profesor era Fernando Savater, que después, durante años, iba a
desempeñar un papel muy relevante como gurú de la izquierda española.
Ese papel, sin embargo, fue menguando a medida que el poder de la
izquierda fue creciendo. También a medida que la izquierda se acobardaba
y Savater, por el contrario, echaba mano de coraje en el sórdido
conflicto vasco. La izquierda acabó repudiando a Savater. Como a tantos
otros de los suyos.
Hoy la izquierda política
española es, intelectualmente hablando, un páramo sembrado de sal. No
porque no haya cerebros notables en la izquierda, sino porque la
izquierda política se ha hecho a sí misma una brutal lobotomía. Zapatero
convirtió al PSOE en una secta destructiva y en esa orilla de la vida
pública ya sólo quedan, pudriéndose encallados, eslóganes nihilistas
sobre la transexualidad y la revancha histórica. Por eso a Savater, por
ejemplo, ya sólo le hace caso la derecha (y desde luego, no toda).
Parece el castigo de algún dios travieso y canalla.
Savater
se ha equivocado muchas veces, pero tiene ese talento difícil del tipo
que se somete a crítica continuamente, de manera que se rehace, se
recompone y vuelve a la primera línea con banderas de ideas siempre
francas y valientes, que invitan a la discusión. Lo hizo en el caso
vasco –a riesgo de la propia seguridad personal- y lo ha hecho también
en el caso catalán. En un país normal (la España de hace veinte años,
por ejemplo), la voz de un personaje así sería siempre escuchada y
discutida. En la España de hoy, no. Aquí sólo tienen voz oficial los
paniaguados, los gritones y los monstruos de feria. No hay debate
público, sino sólo tecnocracia, demagogia y circo, lo mismo a izquierda
que a derecha. Para enunciar una idea has de retirarte al bosque. Al
bosque de este periódico, por ejemplo. Bienvenido al bosque, Fernando
Savater.
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