Arranca bien la nueva legislatura! Tras el reparto de sillas ministeriales, llegan secretarías, direcciones generales... y demás puestos clave en reguladores y entes públicos. Las «vocalías» son la clave, y algunas están «negocio-adjudicadas»
Los tentáculos del poder residen más allá de las sillas ministeriales. Si bien es cierto que el ego de la mayoría de los líderes políticos de tal o cual partido en este país -y sus más afines, también- se conforma digamos, una vez llegado al poder con lograr una de las carteras o puestos técnicos (Secretaría, Dirección General...) de los diferentes departamentos que conforman el Ejecutivo... no menos cierto es que más suculento es para otros muchos -y de hecho más beneficioso a la larga-, optar a cargos que van quedando vacantes en otro tipo de reparto de sillas más allá del poder del arco parlamentario. Son aquellos puestos clave «intermedios» desde los que se ejecutan de verdad las directrices de la política económica en España en el ámbito de lo público. Porque el privado es otro cantar... o debería serlo, ya que las puertas de entrada a estos otros puestos, al final, tampoco es muy diferente a los directamente dependientes del poder público como describí en este mismo espacio hace hoy una semana.
Hablo en esta ocasión de los organismos reguladores y/o supervisores, de las instituciones públicas, e incluso empresas con idéntica o similar identidad que estas últimas. En plata, de los Banco de España, Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), Consejo Económico y Social (CES), Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI)... tanto como de los Correos, Bankia, REE, Enagás, AENA, RTVE... que sufren cada cambio de Gobierno una batería de sustituciones como moneda de cambio por favores pasados.
¿Pero no quedamos en que lo más adecuado, correcto, ético, moral, etcétera, etcétera, etcétera, pero sobre todas las cosas, responsable y honesto con el conjunto de la ciudadanía de este país es elegir siempre a los más profesionales para cada puesto o cargo, sea público o privado? Aquello de la urgente necesidad de implantar aquí y acullá las veleidades de las que habla el buen gobierno corporativo -con el que algunos se llenan la boca cuando no les toca estar en el poder-, es «puritita» impostura.
De hecho, en la política española se ha convertido ya en una constante universal y tradicional que cada nuevo Gobierno genere un trasiego en los primeros 60 días de mandamiento de 485 ceses y sus correspondientes nuevos nombramientos. Ese ha sido «per se» el número de cambios del presidente ¿socialista? Pedro Sánchez tras el asalto al poder en junio de 2018, y también el realizado por el expresidente popular Mariano Rajoy a finales de 2011.
En ambos Ejecutivos, para no estar «de parte» de nadie, el buen gobierno corporativo ha brillado por su ausencia. Los «recambios» en muchos de esos sillones presidenciales y resto de alta ejecutiva -incluidos consejeros y vocales- se nombraron bajo la ilustre premisa de una «política de amiguetes» nada recomendable para el buen funcionamiento de nuestras instituciones y empresas, clave para alejar el fantasma de la corrupción que persigue a la democracia española hace décadas.
No seré yo quien ponga en duda que entre los elegidos por ambos gobiernos del pasado han habido muchos que respondían a los obligados criterios de profesionalidad, capacidad, reconocido prestigio e independencia. Pero tampoco esconderé que otros muchos fueron verdaderas prebendas a sus más cercanos.
Por tanto, ¿qué debemos esperar del nuevo Gobierno de coalición social-comunista al respecto? Más de lo mismo. No lo duden. O peor. Por lo numeroso que es, porque de momento tenemos más Ministerios que en épocas pasadas, y por tanto más cargos públicos, Secretarías, Direcciones Generales... y más asesores de cada cual con los de su cuerda. Y al igual que se pactaron muchos de estos puestos para lograr el apoyo de los morados a los socialistas para eludir unas terceras elecciones, el vicepresidente Pablo Iglesias y el presidente Sánchez también han pactado nombramientos clave en las instituciones publicas como moneda de cambio en sus negociaciones, sin olvidar que alguna de las «moneditas» habrá caído -o caerá- por Cataluña en las huestes de ERC. Algunos ya van deslizando que la ya hoy vicepresidenta primera, Carmen Calvo -entonces en funciones- ofreció a Iglesias ocupar una serie de vacantes en los consejos de Banco de España, CNMC, y CNMV, entre otros, bajo el puesto clave de «vocal». Y después ya se iría hablando de similares «vacantes» en otros entes y empresas públicas. ¡Arranca bien la nueva era sanchista! ¿Y qué hay de aquello de acabar con los errores y vicios de la casta política española desde dentro? Hoy ya no interesa. En realidad, nunca...María Jesús Pérez
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