Montero quiere desterrar la palabra «monoparental» por machista, pero el término no viene de padre sino de pariente, que procede de parir
Este fin de semana celebré en casa una reunión de parientes y marientes. A partir de ahora hablaremos así si queremos ser políticamente correctos y correctas, feministas y feministos. Irene Montero, punta de lanza de este movimiento, acaba de proponer que hablemos de familias «monomarentales», rescatando un término que José Luis Rodríguez Zapatero metió en política en la campaña electoral de 2011 y que Pedro Sánchez volvió a recuperar antes de las elecciones de abril. Este neologismo, rechazado por la RAE, se refiere a las familias a cargo de un progenitor -habitualmente una mujer- y persigue equilibrar el lenguaje al entender que el término «monoparental» procede de «padre» e introduce un sesgo machista en la lengua.
Nada más lejos de la realidad. «Monoparental» tiene su origen en «pariente», palabra que, a su vez, proviene del latín «parens» que se refiere tanto a padre como a madre. El que quiera defender que el latín ya era machista que sepa que «parens» está relacionado etimológicamente con la palabra «parere» que significa parir o engendrar, verbos que en general recuerdan más a la mujer que al hombre. Por lo tanto, «monoparental» no tiene connotación machista sino todo lo contrario. Puestos a inventar un término, ¿por qué «monomarental» y no «monomamental», de amamantar, que responde mejor a la idea de que la madre está al cargo?¿Quizás Zapatero pensó que «monomamental» señalaba a mujeres con un solo pecho? Esto de utilizar el lenguaje para intentar dar lecciones políticas sin saber lingüística además de llevar a situaciones ridículas juega malas pasadas. Hace años, en una fiesta con parientes, marientes, amigos y amigas -cuánto tarda uno o una en decir algo con este lenguaje- un asistente (o asistenta, no recuerdo bien) criticaba la aprobación de las bodas entre hombres homosexuales argumentando que la palabra matrimonio tiene su origen en la latina «matrimonium» que proviene de «matrem» o madre. «Si no hay una mujer no se puede llamar matrimonio, hay que utilizar otra palabra», defendía. No tardó en saltar otra persona (¿u otro «persono»?) que le preguntó si entonces estaba de acuerdo con el matrimonio entre dos o más mujeres.
Sin entrar a discutir los estudios serios que investigan la relación entre lenguaje y machismo, es evidente que la propuesta de Montero ni es solvente ni resuelve los problemas reales. Todos entendemos que si el vecino comenta que «la parienta se encarga de fregar los cacharros» el feminismo no ha avanzado ni un ápice porque se haya inventado la palabra «parienta». Tratar de eliminar el machismo del lenguaje repitiendo sistemáticamente los dos géneros acaba llevando a hablar de los «fuerzos y cuerpas de seguridad» como le pasó a la propia Montero por error en abril. La igualdad requiere trabajar seriamente para entender de dónde viene la discriminación, dónde se produce y cómo evitarla. Defender proclamas panfletarias de chiste solo malgasta esfuerzos que deberían estar puestos en luchar contra la desigualdad real.
Pero ya que hablamos del término «monoparental», quizás haya hombres que sientan que está demasiado relacionado con el parto. Para evitar discriminación, podría reservarse para los hogares con mujeres al frente, ya que son ellas las que paren, y hablar de hogares «monopaternales» para las familias a cargo de hombres. Me temo que el Gobierno no querrá porque estas palabras tienen «p» y esta letra es muy machista. Por eso patriarcado empieza por «p»..Ana I. Sánchez
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