La tribuna huérfana de barones socialistas confirma que a Pedro Sánchez ¿los suyos? no le quieren. Su silente sumisión constata que le obedecen. Disciplina de voto le llaman. Si de un político dicen que siempre es rehén de sus palabras, el vecino en funciones de La Moncloa debiera ser condenado a la permanente revisable. Ocurre que Pedro, si no tiene claque propia, la alquila. Le jalean más los ajenos que los propios, cuerpo ya definitivamente extraño en el fortín de Ferraz. Todos se mueven para salir en la foto. El PSOE de Sánchez, ya no hay otro, es al fin otra cosa, por más que se empeñe su Moisés en emborraronar las tablas de la ley socialista, arrogándose el papel de heredero de quienes le precedieron.
Nada queda de lo que fue. Ahora toca otra cosa y bien está que la aristocracia socialista se vista de boyardo y ande musitando su disgusto, pero ninguno de ellos se atreverá a dar el paso y vocear su cabreo por miedo a que Pedro sea el Cruel y acabe apiolándolos.
En esta demolición de la trayectoria de un partido capital y centenario en la historia democrática de España han decidido ser sosos comparsas, figurantes apenas sin voz pero necesarios en su voto. Puro atrezo. A qué dejarse ver, brizna de inane dignidad, ante el rey desnudo. Mejor seguir el misere del PSOE por la televisión que en vivo. Comprensible esa aversión al gore político. Porque lo de ayer, lo de hoy, lo de mañana y lo que vendrá es eso, un PSOE desvalijado, la razzia de un señor feudal con derecho de pernada que ya no dirige un ejército de nobles fieles. Lo suyo son las mesnadas mercenarias. Soldurios dispuestos a combatir a cambio de repartirse tierras y dineros. ¡Desperta Ferraz! Nada. Tribuna vacía...Agustín Pery
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