Si usted tuviera que invertir ahora mismo en mejorar su propio futuro, ¿dónde pondría su tiempo y su energía?
Piense bien en estas dos preguntas, porque de su respuesta depende en gran parte su futuro.
Estas dos preguntas no se las hago yo, sino Robert Waldinger, psiquiatra y profesor en la Escuela Médica de Harvard (Estados Unidos). Él es el cuarto director de uno de los estudios científicos más largos y fascinantes sobre salud que se han llevado nunca a cabo. Se llama “Harvard Study of Adult Development” y comenzó en 1938, cuando Estados Unidos aún vivía bajo los coletazos de la Gran Depresión. (1)
Los investigadores comenzaron a rastrear la salud de 268 estudiantes de segundo año de la Universidad de Harvard. El estudio fue incorporando a sus descendientes (unas 1.300 personas, que ahora tienen entre 50 y 60 años), a sus esposas, y también a un grupo de chicos de barrios pobres y problemáticos de Boston.
Cuando los investigadores empezaron el estudio, hace ya ocho décadas, no sabían bien a qué conclusiones les llevaría. Durante todo este tiempo han seguido la evolución de la salud de todos los participantes, les han sometido a exploraciones y han estudiado sus historiales médicos, pero también les han seguido a lo largo de su vida. Han vivido sus éxitos y fracasos en los estudios, en el trabajo, en sus relaciones de pareja, con sus hijos, con sus amigos, cómo vivían el tiempo libre… De los primeros participantes, sólo unos pocos siguen aún vivos, tienen 90 y tantos años y siguen sometiéndose puntualmente a los requerimientos y la curiosidad de los investigadores.
Casi 80 años después de que comenzaran a estudiarles, los investigadores están viendo resultados sorprendentes, mucho más de lo que esperaban.
Pero es mejor que se lo cuente directamente Robert Waldinger, quien pronunció en 2015 una charla TED Talk que ya han visto más de 13 millones de personas, y que a continuación transcribimos para usted. Es un texto largo (la charla dura algo más de 12 minutos), pero le aseguro que vale la pena lo que va a leer. Y si quiere ver la charla, al final encontrará un link que le llevará directamente a ella. (2)
En una encuesta se preguntó a un grupo de millennials cuáles eran sus principales metas en la vida. Para más del 80% de ellos, la principal meta en la vida era llegar a ser ricos. El 50% de esos mismos adultos jóvenes también dijo que otra meta importante era hacerse famosos.
Constantemente se nos dice que trabajemos más, que nos esforcemos para lograr más. Da la impresión de que esas son las cosas que tenemos que perseguir para tener una buena vida.
Las imágenes de toda una vida, vistas a partir de las decisiones que la gente toma y del resultado de esas decisiones sobre sus propias vidas, es algo prácticamente imposible de conseguir.
La mayor parte de lo que sabemos acerca de la vida humana lo hemos conocido pidiendo a la gente que recordase el pasado. Y, como sabemos, la retrospectiva es de todo menos fidedigna. Olvidamos una enorme cantidad de cosas que nos suceden. ¡Y a veces la memoria es francamente creativa!
Pero, ¿y si pudiésemos ver nuestras vidas enteras tal y como se desarrollan en el tiempo? ¿Y si pudiésemos estudiar a las personas desde la adolescencia, a lo largo de todo el camino que recorren hasta ser adultos, para ver qué es lo que realmente hace feliz y saludable a la gente?
Nosotros lo hicimos.
El “Study of Adult Development” de Harvard quizá sea el estudio sobre la vida adulta más largo que se haya realizado nunca.
Durante 75 años realizamos un seguimiento a 724 hombres, año tras año, preguntándoles por su trabajo, por la vida en casa, por su salud... Y, por supuesto, sin saber cuál sería el resultado de sus historias.
Los estudios de este tipo son extremadamente raros. Prácticamente todos los proyectos terminan desmoronándose después de una década bien porque los participantes abandonan el estudio, bien por falta de financiación o porque los investigadores se distraen del objetivo. O incluso porque los investigadores mueren y nadie sigue con la investigación de campo.
Pero, gracias a una combinación de suerte y persistencia por parte de varias generaciones de investigadores, este estudio sobrevivió.
Unos 60 hombres de los 724 del principio siguen con vida y todavía participan en el estudio. La mayoría de ellos tiene 90 y tantos años. Ahora hemos empezado a estudiar a los más de 2.000 hijos de todos estos hombres, y yo soy el cuarto director que ha tenido el estudio.
Desde el año 1938 hemos rastreado la vida de dos grupos de hombres. Los del primer grupo comenzaron cuando eran estudiantes de segundo año en la Universidad de Harvard. Todos terminaron sus estudios universitarios durante la Segunda Guerra Mundial y, después, la mayor parte de ellos se fue a la guerra.
El segundo grupo que estudiamos lo formaban chicos de los barrios más pobres de Boston. Chicos que habían sido específicamente elegidos para el estudio porque provenían de las familias más desfavorecidas y con más problemas del Boston de la década de los años 1930. La mayoría vivían hacinadas y sin agua corriente.
Cuando estos chicos ingresaron en el estudio, se les entrevistó y se les realizaron exámenes médicos. Fuimos a sus casas y entrevistamos también a sus padres.
Todos estos adolescentes se hicieron adultos y cada uno hizo su vida. Se hicieron operarios de fábrica, abogados, albañiles, médicos... ¡Y uno de ellos llegó a ser presidente de EEUU!
Algunos se convirtieron en alcohólicos; unos pocos desarrollaron esquizofrenia. Algunos tuvieron un ascenso social desde lo más bajo hasta la mismísima cumbre, y otros fueron en sentido contrario.
Ni en sus fantasías más alocadas los fundadores de este estudio hubieran imaginado que yo estaría hoy aquí, 75 años después, contándoles que el estudio continúa.
Cada dos años, nuestro dedicado y paciente personal de investigación llama a estos hombres y les pregunta si pueden enviarles una nueva serie de preguntas sobre sus vidas.
Muchos de los hombres de Boston nos preguntan: “¿Por qué quieren seguir estudiándome? Mi vida no es tan interesante”. Los hombres de Harvard nunca hacen esa pregunta.
[Risas.]
Pero para obtener la imagen más clara posible de estas vidas no sólo les enviamos cuestionarios, sino que les entrevistamos en sus salas de estar.
Conseguimos sus historias clínicas, les extraemos sangre y escaneamos sus cerebros.
También hablamos con sus hijos y registramos en vídeo conversaciones mantenidas con sus esposas acerca de sus preocupaciones. Cuando finalmente hace una década preguntamos a las mujeres si querían sumarse a nosotros como miembros del estudio, muchas de ellas dijeron: “¿Sabes qué? ¡Ya era hora!”
[Risas.]
Así que, ¿qué hemos aprendido? ¿Qué lecciones pueden extraerse de las decenas de miles de páginas de información que generamos de todas estas vidas?
Bueno, las lecciones no tienen nada que ver con la riqueza, la fama o con trabajar cada vez más y más duro.
El mensaje más claro que obtenemos de estos 75 años de estudio es éste: las buenas relaciones personales son las que nos hacen más felices y nos mantienen más saludables. Punto.
Hemos aprendido tres grandes lecciones sobre las relaciones.
Tener Salud..MRF
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