Armando Robles.- Querido presidente electo: Una breve pero cálida nota de uno de sus principales colaboradores, John Regis, agradeciéndonos el trabajo realizado en aras del objetivo cumplido en la madrugada del día 9, me anima a escribirle esta carta expresándole en primer lugar, en mi nombre y estoy seguro que en de la práctica generalidad de los lectores, nuestra más efusiva felicitación por su histórico triunfo. Hace hoy justamente un año, cuando el sueño de su llegada a la presidencia de los Estados Unidos era apenas una quimera en las que sólo unos pocos creíamos, nos atrevimos a incluirle en nuestra portada, como vítor y desafío a un tiempo: “El sueño americano de Donald Trump, un ideal que nos une”. Dijimos entonces que el azucarado sueño de Thomas Jeffeson y de George Mason podría retornar al fin a nuestra memoria tras larga espera. Desde la publicación de esas líneas hasta hoy, la encarnación de ese sueño le supuso una campaña mundial de descrédito hasta límites que no se podían sospechar.
Dijimos entonces, pese a que muchas de sus propuestas que conocimos posteriormente no estaban aún definidas, que votar en contra de Donald Trump era “una traición a nuestra herencia”.
Usted ha permanecido fiel todos estos meses a las ideas y los ideales que dan sustento y razón de ser a nuestro proyecto político e informativo. Por eso hemos sentido como propias cada una de las ofensas e insultos que usted ha recibido y encajado con sobresaliente dignidad y enteraza. Frente a ese sector, hoy en horas bajas, que controla a un amplio sector de la opinión pública en el entero occidente, usted era un extremista, un racista, un misógino, un peligro perturbador de la paz pública y otras muchas cosas que se dijeron con motivo de su rechazo a las verdades oficiales que han sido establecidas por los peores como un inquebrantable dogma de fe. Los promotores de esta campaña contra su imagen pública se valieron de famosos, actores, cantantes, deportistas, escritores, financieron, feministas… y hasta de no pocos miembros del Partido Republicano al que usted tan dignamente ha representado, para ensanchar la sideral diferencia que parecía existir entre usted y el éxito electoral. No lo consiguieron ni lograron doblegar su voluntad de acero en circunstancias ante las que cualquier otro hubiera sucumbido.
Como contrapunto a lo que usted representa para millones de estadounidenses y europeos, se exaltaban las virtudes de sus contrincantes electorales. Bajo la paterna benevolencia de las élites, incluída la mediática, se quiso inducir a los norteamericanos a que aceptaran las reglas de juego que unos pocos acordaran. Hasta la cúpula vaticana le descalificó a usted y todo lo que representa para millones de cristianos estadounidenses. Usted ha derrotado a todos: a los republicanos, a los demócratas, a la prensa, a los lobbies, a Wall Street, al sistema… Usted tuvo el acierto de conectar con el alma del pueblo, sin recetas ideológicas ni fingidas proclamas morales, para anunciarle lo que exige la gravedad del momento presente, sin mentiras ni medias tintas. En compensación, usted ha recibido el apoyo mayoritario, casi abrumador, de los descendientes de aquellos que construyeron el mundo en el que ahora vive Estados Unidos, los que le dieron la sabiduría, la ciencia, la auténtica moral guerrera, heroica, noble y fiel del cristianismo y no la de ahora que es débil, hipócrita y cobarde. La clave de su éxito ha sido su comunión con el pasado, su búsqueda de las raíces que hicieron grande, muy grande, no sólo a su país sino a todo el occidente cristiano que hoy se ve reflejado en sus millones de votantes. En lo antiguo está lo genuino, lo puro. Actualmente la palabra modernidad está asociada a los degenerados; y la élite lo sabe. Por ello han pretendido llevar a todos los estadounidenses a un pozo negro de mentiras, egoísmo, materialismo, falta de fe y aberraciones contra la naturaleza, que es lo más sabio y bello que hizo Dios en este mundo.
Su triunfo, señor presidente, ha sido el triunfo de lo políticamente incorrecto. Ha demostrado que se puede ganar unas elecciones sin seguir el manual del buen candidato. Hacer lo que hizo, decir lo que piensa y creer en lo que dice le permitió crecer cada día más pese a tener a todos los grandes actores en contra: los medios, la academia, el mundo de la cultura y las finanzas, la opinión pública externa, las anquilosadas estructuras del partido republicano… casi sin demasiados recursos propios. Usted ha conseguido algo que ningún otro había sido capaz de lograr hasta hoy.
Pese a su heroíca gesta, a pesar de lo ya conseguido, usted tiene ahora la mayor responsabilidad que recayó nunca sobre ningún otro líder de su país: encauzar todo el torrente de ilusión que hoy nos inunda y evitar que se desborde y termine convirtiéndose en frustración y desesperanza. Lograr lo que usted ha logrado, con todos los poderosos en contra, para que nada cambie, nos alejaría a muchos, quizás para siempre, del alentador soplo de la esperanza en un mundo mejor que el que hoy tenemos. No debe temer por la consecuencia de sus actos entre quienes no tienen más patria ni más fe que sus propios intereses. Usted cuenta con el apoyo, incluso armado, de decenas de millones de norteamericanos y de decenas de millones de europeos que celebramos como nuestra su victoria. No debe permitir que los apologistas del desastre económico, de la inanición moral de muchos norteamericanos, del aumento pavoroso de la pobreza, de la negociación con grupos terroristas islámicos, de la quiebra de miles de empresas, de la distribución desigual de la riqueza norteamericana, de la criminalidad en las calles, de la muerte de millones de nonatos, de la llegada de miles de ilegales, se atrevan aún hoy a pretender guiarle el rumbo.
Solo en una sociedad que tiene que sufrir a una élite tan corrompida como la de su país, podría darse el caso de que los mismos que provocaron centenares de miles de víctimas inocentes en Irak, en Afganistán, en todo el Medio Oriente, que han promovido la llegada a Europa y Estados Unidos de centenares de yihadistas, se atrevan a proclamar que usted representa una amenaza para nuestra seguridad colectiva.
Alerta Digital y el proyecto político que represento han denunciado casi en solitario la inviabilidad de un Sistema en el que ya resulta escandalosa las contradicciones entre los principios y valores que sus votantes defienden y el papel que desempeñan los representantes de la élite globalista y sus políticos títeres de derecha e izquierda. En más de una ocasión pudimos decir, con dolor punzante, que esa contradicción no podía ser permanente, ni aquí ni en Estados Unidos, y que antes o después, se rompería. Usted ha sido el encargado de hacerlo y ahora tiene el deber sagrado de purificar su nación, devolviéndole su lozana virilidad, sustituyendo los principios que han pretendido llevarla a un clima de disolución moral; es decir, a lo que han evitado, con derroche de generosidad, sus millones de votantes.
Usted y su equipo de colaboradores, ante la intolerancia culpable, la cobardía contagiosa, la deserción y la traición sin escrúpulos de muchos republicanos, recogió como un tesoro sagrado esas ideas y el heroísmo con que fueron defendidas en épocas pasadas, y hasta los símbolos que la representaban, sin distinción ni espíritu partidista.
En este panorama desolador subsiguiente a los ocho años de desastrosa gestión de Barack Obama, que difrazó, para engañar a los ingenuos, el cambio y la prosperidad, usted tiene ahora la oportunidad de convertirse en un revulsivo de la conciencia identitaria que une a norteamericanos y europeos, haciendo cristalizar en algo concreto y operante las ideas defendidas en su campaña, penetrando en todos los rincones de su patria, sin jactancia pero sin miedo, a proclamarlo así, sin el mínimo rubor en identificarse sin reservas con los valores donde su pueblo, con una intuición extraordinaria, terminó descubriendo hace siglos las razones extraordinarias de su continuidad histórica, de su supervivencia étnica, de su liderazgo político.
Me temo que será larga la lista de zancadillas y trabas que tendrá que soportar a diario y que pretenderán limitar o cercenar su labor. Antes incluso de que se completara el escrutinio que le consagró como el nuevo presidente electo de los Estados Unidos, centenares de radicales, debidamente aleccionados, tomaron las calles de algunas ciudades para protestar violentamente contra la decisión del pueblo. El hecho de que se criminalice la defensa de determinadas ideas obedientes del orden natural pone de relieve hasta qué punto no vivimos en un sistema que respete los ideales, sino en un régimen que mezcla la mentira y el engaño con los intereses espurios de los peores. Por eso tiene usted la oportunidad y el ineludible deber de redefinir reglas tan perversas con el apoyo del pueblo que en usted se ve representado. También cuenta con la firme determinación de muchos europeos que, como es nuestro caso, mantendremos nuestro afecto y compromiso solidario con sus votantes estadounidenses antes que con nuestros despreciables representantes institucionales. Y es que nunca antes nos habíamos sentido tan emocionalmente cercanos a un país que no fuera el nuestro.
Pese a las dificultades, lo imposible no tiene cabida en los hombres de fe. Usted representa el espíritu yacente de cada vez más occidentales, y ese espíritu no muere. Ese espíritu, alma de su pueblo, renovará otra vez, con brio jubiloso, la faz y el corazón de Estados Unidos, otra vez centinela y salvador de Occidente.
Reciba usted mi admiración, respeto y afecto, señor presidente.
*Presidente-fundador de SOLUCIONA y director de ALERTA DIGITAL.
http://www.alertadigital.com/
MRF
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