Andalucía ha propinado un castigo brutal al Partido Socialista de Pedro Sánchez en las espaldas de Susana Díaz. Más allá de la corrupción, la crisis económica, el paro y las lacras tradicionales de esa tierra sujeta desde hace cuarenta años al monopolio de poder de la izquierda, el escrutinio de las elecciones celebradas tiene una lectura inequívoca en clave nacional. Andalucía ha dicho NO al pacto del PSOE con separatistas y sediciosos. NO a la traición del presidente del Gobierno a la Constitución que juró cumplir y hacer cumplir. NO al legado de José Luis Rodríguez Zapatero, que echó a su partido en brazos del separatismo firmando un pacto de la vergüenza con ETA. NO a unas bases radicalizadas, tremendamente alejadas de la ralidad de la calle, que rescataron a Sánchez del ostracismo al que lo había condenado, con acierto, la Ejecutiva Federal, para llevarlo en andas al timón de mando de ferraz, ahíto de ambición y espíritu revanchista.
Los andaluces fueron ayer los primeros españoles que tuvieron la oportunidad de expresarse en las urnas y la aprovecharon. Habló la España de los balcones, harta de humillaciones y abusos. Votaron los ofendidos por el supremacismo catalán y vasco. Los insultados. Los estafados por una moción de censura derivada en una ocupación del poder ilegítima. Las víctimas de la corrupción no solo económica, sino política y moral. Votaron en libertad, venciendo abrumadoramente a las encuestas, y dibujando un paisaje que rompe en pedazos el mapa político.
Ayer quedó defintivamente liquidado el bipartidismo y consagrada la fragmentación del centro-derecha, aunque esa fragmentación multiplique en lugar de dividir y suponga un crecimiento suficiente para hacer posible un gobierno autonómico conformado por PP, Ciudadanos y Vox, que será un chorro de aire fresco tras cuatro décadas de régimen socialista. El partido del puño y la rosa empieza una cuenta atrás que bien pudiera acabar como una fuerza irrelevante a escala nacional. Susana Díaz pasa a la oposición en el que fue su feudo histórico, se ponga como se ponga, mientras Sánchez pone las barbas a remojar. Podrá atrincherarse en el despacho unos meses más, pero cuando se vea obligado a convocar elecciones el batacazo dejará pequeño al cosechado por su antigua rival. Está por ver si sus barones autonómicos le permiten esconderse tras ellos y aguantar hasta después de las autonómicas o le obligan a dar la cara y llevarse él la bofetada. En el bando de los derrotados, Podemos frena en seco su escalada y entierra en Andalucía sus esperanzas de asalto al poder. ¡Gran noticia!
El gran vencedor de la jornada es sin duda es VOX, que ha sabido aunar la indignación añeja, entre desesperanzada y rebelde, de un pueblo harto de estar harto. Nadie daba un duro por ellos hace unas pocas semanas y entran en el parlamento autonómico pisando fuerte, a lomos de unos electores cansados de que su voto presuntamente «útil» al PP se revelase una y otra vez baldío. Con siete escaños menos, ese PP de Moreno Bonilla podría paradójicamente alzarse con la Presidencia de la Junta, si logra tejer un acuerdo con los de Abascal y Ciudadanos. La formación de Rivera tiene motivos para estar orgullosa y optar incluso a encabezar el poder, tras sumar catorce sillas a las que tenía, en gran medida gracias a la gran aportación de Inés Arrimadas a la campaña, tan decisiva como la de Casado en refuerzo de su candidato. Ahora esos tres partidos deben demostrar si dan la talla y son capaces de entenderse en este nuevo escenario. Si lo consiguen, habrán escrito una página decisiva en nuestra historia democrática. Si fracasan, España se lo hará pagar caro....Isabel San Sebastián
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