«Antes que sea tarde», de Carmen Parga, es otro ejemplo de la verdadera memoria histórica de España
Lo de Carmen Parga es como si mi abuela hubiera hecho una versión de «El hombre rebelde» de Albert Camus. «Antes que sea tarde» (Renacimiento) es uno de los muchos ejemplos literarios de que la memoria histórica española está recuperándola Abelardo Linares, no Pedro Sánchez. La última joya (o la penúltima) de Renacimiento son las peculiares memorias de Carmen Parga (1914-2004). Estudió Filosofía en Madrid y se casó en 1936 con Manuel Tagüeña, héroe del bando republicano. Ella era militante de las Juventudes Comunistas (como Irene Montero, pero en la época en la que tenía sentido, hasta que vio, Carmen Parga, que no lo tenía). Antes de terminar la Guerra Civil acabó en el exilio de la URSS (luego en
Yugoslavia, Checoslovaquia y México). Al ver el comunismo en la práctica y los desmanes de Stalin abandonó la militancia.
Decía ayer el Rey que España no puede ser de unos contra otros. Puede ser. Lo ha sido. Y seguimos. Aunque sólo insultándonos, un escalón más amable que pegarnos tiros. Las de Parga son unas memorias escritas a los 80. En febrero del 39 parte al exilio. Primero, Francia. Perdió la guerra en primavera entrando en Leningrado cuando un rompehielos destrozaba el hábitat de focas y morsas. La aleta de uno de esos animales fue cortada por el hielo. Coincidieron los gritos de alegría de la gente con los del animal. «Sentí que, como el hielo, algo se estaba rompiendo... y en ese momento, perdí la guerra». De Leningrado fueron a Moscú en tren, viendo tristeza y miseria en la estaciones. «¿Dónde estaba la felicidad soviética, tan bien representada en “La URSS en Construcción”, nuestra revista favorita?».
Su vida modesta era en realidad privilegiada. El primero de mayo los invitaron a la Plaza Roja. Carmen tenía en su cuarto de estudiante un retrato de Stalin. Le parecía atractivo, alto, imponente. Qué gran decepción cuando vio que era un retaco con la cara marcada de viruela y gesto hosco. Y soltó: «¡Pero qué pequeño es!». Lo mismo que su hija ocho años después. Esta en ruso. Hija a la que pusieron de nombre (los rusos) Karmen Mijailovna Tarasova. Otra de las grandes impresiones le llegó cuando fue a ver cómo vivía una familia soviética. ¿Se acuerdan de «Ninotchka», cuando ya en Rusia se reúne con sus amigos? ¿De esa casa que parecía el camarote de los hermanos Marx? Brideshead al lado de lo que ve Carmen Parga. «Un español casado con una rusa vivía en una habitación en la que dormían diez personas. Sus cuñados en una cama. El español y su mujer, debajo de la cama. En un diván dos adolescentes. Encima de una mesa dos niños. Debajo otros dos... Estaban muy agradecidos con la familia, por haberles dado un techo ¡de cama!». El caso es que se iban planteando la revisión de su actividad política en España.
Hablando con mandamases, comprobó que la URSS daba la guerra de España por perdida. Los países eran importantes si eran fronterizos. Los tres años de nuestra guerra permitieron a la URSS terminar el Plan Quinquenal necesario para la guerra que se avecinaba. «Cuando salimos de la reunión pregunté a mi marido si él era consciente de que había estado luchando en beneficio del plan quinquenal y no le había gustado nada mi comentario». Habla bien de la Pasionaria, pero no sabe si «al final de su vida consiguió liberarse del fanatismo que le hizo defender lo indefendible». Aunque no desdeñaba algunas conquistas de la Revolución Rusa. Se alegró mucho cuando llegó su padre. Traía las obras completas de Marx, Engels, Lenin y Stalin. «Cada día metía yo en la estufa dos o tres tomos».....Rosa Belmonte
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