Hemos escrito muchas veces, no por ello vamos a dejar de hacerlo,
acerca del suicidio demográfico al que asiste España. En esta cuestión,
como en tantas otras trascendentes, nuestra clase política no manifiesta
opinión ni propuesta imaginativa alguna. En el primer semestre de este
año, murieron más españoles que los que nacieron: 226.384 fallecimientos
frente a tan sólo 179.794 alumbramientos. El suicidio es la forma más tonta
de morir, además de cobarde; significa renunciar a dar la batalla por
la vida, y eso es lo que está ocurriendo. Ser madre o padre es una de
las más bellas aventuras que el ser humano puede protagonizar.
En realidad, gran número de mujeres confiesan que tendrían más hijos
si pudiesen permitírselo. En España, hemos despreciado
las políticas natalistas porque nos sonaban a franquistas y,
mientras tratamos de reírnos de la Historia, vamos dejando el país
como un desierto, sin pobladores. Somos ya un bien escaso.
Cabe culpar a esa falta de estrategia de las autoridades, pero
también subyace una enorme y demoledora crisis de valores:
la que en realidad nos llevará por delante..
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