Hasta las elecciones andaluzas del domingo, la única que tenía aquí cuernos y rabo era la famosa vaca de la campaña de Juanma Moreno, a la que preguntó si iba a votar al PP porque su ganadero le había dicho que cojeaba de la pata derecha. Pero por el dibujo de Puebla del lunes me entero de que la campaña agropecuaria no le sirvió para nada a Moreno, porque su famosa vaca votó a Vox. Así se explica todo. Y en vez de ser la vaca que ríe porque el Régimen del PSOE haya perdido su hegemonía andaluza y ya hablan de echar a Susana la Cortijera, la vaca votante, como eligió la papeleta que eligió (menuda papeleta para la izquierda de PER y ERE y para la que ha hecho un pan con unas tortas al unir a IU y Podemos), me temo que le ha traspasado los cuernos y el rabo a Vox. No a modo de vaca, sino en forma de demonio. Desde que sacó 12 diputados, Vox ha pasado directamente a ser el demonio, con rabos y cuernos. Me lo han confirmado las palabras de un veterano socialista, el sanchista Francisco Toscano, alcalde de Dos Hermanas (ciudad con más habitantes que muchas capitales de provincia) y presidente del Comité Federal del PSOE. Vamos, que no es un facha, como los que han votado a Vox no sólo en Los Remedios, que es el Barrio de Salamanca con la Feria de Abril al lado, sino en el segundo barrio más pobre de España, el Polígono Sur, que incluye Las Tres Mil Viviendas, donde ha pasado del 1,41 por ciento de los votos al 15,13. Toscano, que, repito, no es un facha, sino camisa vieja del socialismo desde los tiempos de la foto de la tortilla, ha dicho: «No hay que demonizar a ningún grupo, ni siquiera a Vox, porque entre sus votantes hay mucha gente sencilla que ha refugiado en este grupo su malestar y rechazo a los que representan el poder».
Por lo visto, Toscano es el único que no va con el pie cambiado en la general demonización de Vox. La próxima vez que vea al juez Serrano me fijaré bien, porque como es el demonio de la democracia, seguramente tiene cuernos y rabo y su despacho cerca de las calderas de Pedro Botero. Porque hasta Torra, el golpista puesto por Puigdemont al frente del rentable chiringuito separatista catalán, ha dicho que hay que aislar a Vox, cerrar el paso a la «ultraderecha». Mire usted quién va a hablar: el ultraseparatista que se salta a la torera la Constitución. Pero, claro, como todos los que mantienen a Sánchez como Okupa ponen la mano con pingüe balance de resultados, ahí los tienen a todos, unidos contra Vox. ¡Venga «extrema derecha» para arriba y para abajo! El Marqués de Galapagar, desde su chalé de dos millones de euros, echa a la calle a la chusma de sus hordas para «parar a la extrema derecha». Qué contradicción: utilizar a la democracia contra la democracia. Intentar conseguir en la calle, que dominan y manejan como nadie desde el 15-M, lo que perdieron en las urnas. No echan a la calle a nadie para protestar porque a Sánchez lo mantengan de Okupa los ultras proetarras, los ultras bolivarianos, los ultras golpistas separatistas. Incluso Susana Díaz, a punto de tener que entregar la cuchara y las llaves de su cortijo, dice que quiere seguir de presidenta, y que está dispuesta a hablar con todos, «menos con Vox». Ah, claro, es que como Toscano no es de los suyos, sino sanchista, está también convencida de que Vox es el demonio y que el juez Serrano va de colorado y tiene cuernos y rabo y en la mano, no 12 diputados, sino un tridente.
«Desde el claro rincón de la provincia» me parece que estamos ante una segunda edición, y para toda España, del Pacto del Tinell que firmaron en Cataluña contra el PP. Levantan un «cordón sanitario» contra Vox. Y no saben que, al igual que demonizándolo le hicieron gratis la campaña en Andalucía, ahora se la están haciendo para las europeas y municipales en toda España.Antonio Burgos
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