Demasiadas son ya las pruebas de rechazo de la democracia que nos ofrece la izquierda de nuestro tiempo en el mundo entero. El ejemplo más inverosímil de ello lo pudimos ver, una vez más, el pasado domingo en las calles andaluzas. Empujados por Podemos, los activistas de ultarizquierda se echaron a la calle a denunciar el resultado de las elecciones. Ése es el respeto que sienten por la democracia. Cuando le va bien a quien a mí no me gusta, la democracia no es válida. ¡A las barricadas! Esto no es la primera vez que lo vemos. Ya tenemos documentación histórica sobrada para probar el fraude electoral de la izquierda española en 1936. Pero en tiempos recientes tenemos ejemplos muy similares fuera de España. Sin ir más lejos, la victoria de Donald Trump provocó una multitudinaria manifestación en Washington contra el resultado electoral. Habrá que preguntarse en todo caso por qué ganó Trump y por qué Vox ha logrado doce escaños. Lo que no se puede es denunciar al votante que libremente escogió una papeleta que estaba entre las disponibles y la depositó en la urna. Ése no tiene la culpa.
El desvarío que ha generado este resultado entre la izquierda que ha alimentado el auge de Vox es notable. La ministra de Justicia declaraba ayer que éste es un partido que rechaza la Constitución, no como los que apoyan al Gobierno. ¿Sabe leer la ministra de Justicia? ¿No ha colegido Dolores Delgado nunca de las manifestaciones de Pablo Iglesias y su partido contra la Monarquía constitucional? ¿No ha visto a Podemos enarbolar nunca banderas anticonstitucionales como la de la II República? Sería conveniente saber qué entiende la ministra de Justicia por ser constitucional. Por no hablar de los partidos que propugnan la ruptura de España como ERC o JxS, en los que también se apoyó Pedro Sánchez para llegar a la Presidencia del Gobierno. Yo no discuto que en el ideario de Vox haya propuestas que chocan con la Constitución, cuyo 40 aniversario conmemoramos mañana mismo. Pero a la hora de caracterizarse como partido anticonstitucional, varios de los que hoy están presentes en las Cortes Españolas ganan por goleada a Vox.
Como tantos partidos populistas en Europa, Vox ha irrumpido porque hay un terreno fértil para que su discurso dé fruto. La inteligente jugada del fundador del Partido Popular, Manuel Fraga Iribarne, fue conseguir integrar en un partido constitucional a la inmensa mayoría del franquismo sociológico que había en España. Porque aunque lo quieran negar, Francisco Franco murió en la cama. Fue éste un sector de la sociedad que se sintió cómodo en democracia porque de verdad era una democracia de todos. Vox no es un partido franquista, es un partido de extrema derecha como otros que hay en Europa y tiene un discurso no muy alejado del de algunos gobernantes europeos. Su surgimiento es una verdadera catástrofe para el PP, que no ha sabido en los últimos años integrar esas sensibilidades. Y cuando hay un sentimiento que se extiende por la sociedad y no lo integra ningún partido existente, acaba siendo empleado como ariete por un partido nuevo. Las ideas que han engordado a Vox están en auge. Ignorarlas por parte de PSOE, PP y Cs sólo servirá para que siga creciendo Vox hasta que un día se convierta en una alternativa real de Gobierno, como lo es hoy el Frente Nacional francés. Haría bien la izquierda en dejar de gritar y preguntarse por qué Vox ha sido capaz de conseguir escaños incluso entre su electorado.Ramón Pérez-Maura
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