Los socialdemócratas de todos los partidos han renunciado a demostrar sus tesis supuestamente científicas y prefieren actuar por decreto
Recuerdo bien la impresión que me causó la lectura, cuando yo contaba 30 años de edad, de un alegato político escrito por el entonces candidato a diputado por Cantabria Alfonso Osorio. Él había sido procurador en Cortes, ministro de la Presidencia en el primer Gobierno de la Monarquía, vicepresidente del Gobierno con Adolfo Suárez, senador por designación real... Osorio era entonces uno de los dirigentes relevantes de Alianza Popular y había publicado en 1985 en Plaza y Janés el libro titulado «Escrito desde la derecha. Canto a la libertad». Alegaba en él -y lo manifestaba en la portada- que «la derecha española tiene que definirse en el futuro no por su afición al orden y la autoridad, sino por su amor a la libertad. Los políticos de la derecha tenemos que trabajar para el corto y para el largo plazo». Visto desde hoy, aquel libro era precursor a la vez que revolucionario. Alguien que se atrevía a definirse sin vergüenza como de derechas hacía un canto a la libertad. Y en verdad acertaba a ubicar a la derecha española en el lugar que le correspondía políticamente. Porque esa izquierda a la que se le llenaba la boca con falsas evocaciones de libertad acabaría demostrando que su única forma de gobernar era coartando libertades. Prohibiendo. Los ejemplos hoy son infinitos, pero baste emplear dos.
Ayer mismo conocíamos la última iniciativa del Gobierno de la nación que, como casi todas, pasa por una nueva prohibición. Ahora hay que vedar el uso de vehículos de combustible, cualquiera que éste sea. Confieso mi escepticismo sobre el verdadero impacto de los combustibles sobre el medio ambiente. Pero los gobiernos de nuestros días, especialmente los de los socialdemócratas de todos los partidos, han renunciado a demostrar irrebatiblemente sus tesis supuestamente científicas y prefieren actuar por decreto y prohibir. El problema está en que la derecha no se atreve a contraargumentar y reivindicar las libertades frente a las prohibiciones.
Todos recordamos la campaña contra el tabaco de la hoy presidenta del Consejo de Estado, Teresa Fernández de la Vega, cuando era vicepresidenta con Rodríguez Zapatero. Parece evidente que el humo no es bueno para nadie. Pero los mismos que defienden el derecho a la eutanasia libre querían prohibir el derecho a fumar. Aprobaron una ley por la que restaurantes y demás negocios de hostelería podían escoger si querían ser de fumadores o de no fumadores. El resultado fue que la inmensa mayoría de los clientes optaban por los establecimientos en los que podían fumar. Vade Retro Satanas Los españoles mayores de edad y al corriente del pago de sus impuestos perdieron el derecho a elegir porque se equivocan. Como en el mejor despotismo ilustrado, el Gobierno decidió entonces, como lo hace hoy, lo que es mejor para el elector.
Vivimos coaccionados por una izquierda sin legitimidad electoral que cada día anuncia una nueva prohibición y la jalea con su máquina de propaganda mediática. No aspiran a convencer al elector porque saben que engañar no es tan fácil. Así que emplean los instrumentos del poder para imponer sus políticas de prohibición. Si es tan bueno para todos que desaparezcan los vehículos de combustión, ¿por qué no ponen en marcha los incentivos necesarios para seducir a la industria y a los clientes para que renuncien a los vehículos malignos y apuesten por los buenos? ¿Acaso intentan hacernos creer que todos queremos el mal menos ustedes que son los únicos que quieren el bien y nos lo impondrán por decreto? Por favor.....Ramón Pérez-Maura
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