Esos votantes del PP que dudaban de que Mariano Rajoy tuviera las agallas de enfrentarse al nacionalismo con todas sus fuerzas, que son muchos, están inundando la sede de Génova con mensajes de ánimo y felicitación. Y los populares catalanes, hasta hace poco ninguneados por el Gobierno, respiran aliviados porque la cúpula de su partido cuenta con ellos en estos momentos dramáticos.
En el PP no quieren oír hablar de sacar rédito electoral de su posición de firmeza frente a los desvaríos nacionalistas porque, dicen, no es el momento de la política partidista. Pero sus dirigentes saben de sobra, sin necesidad de encargar ninguna encuesta, que la dura actitud de Rajoy les beneficia; el Gobierno lleva la iniciativa y la comunicación del frente común creado entre PP, PSOE y Ciudadanos y atrás han quedado, al menos de momento, las iniciativas de Pedro Sánchez para acercarse a Pablo Iglesias o de Albert Rivera para impedir que Rajoy vuelva a ser candidato.
Entre los populares catalanes existe también la creencia de que pueden recoger más votos de los ciudadanos de esa comunidad hastiados de los excesos nacionalistas cuando se convoquen las próximas elecciones, que puede que sea pronto. En su dirección regional se atribuye el retroceso sufrido en las últimas a la tibieza con la que el Gobierno de Rajoy reaccionó ante el amago de referéndum del 9-N, cuando aún contaba con mayoría absoluta.
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Ya no más. Rajoy, que tenía que haber acudido a Salou el viernes para hablar ante la escuela de verano del PP nacional, cambió su destino a última hora para pronunciar su discurso ante la junta directiva regional en Barcelona, con un público compuesto por todos los concejales y diputados regionales. Lo hizo para mostrar su apoyo a unos militantes que lo están pasando mal estos días, en muchos casos amenazados por sus vecinos. Para satisfacción de estos, aunque sea tarde y en tan penosas circunstancias, el presidente de su partido les ha dado la razón.
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MRF
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